Chicote está viviendo la peor pesadilla en su cocina. Como la de miles de españoles con un negocio a punto de someterse a la desescalada. En una entrevista a Antena 3, Chicote ha comentado que abrir un restaurante con un máximo de un 30% del aforo es un suicidio empresarial. Explica que solo el coste del personal es del 35% de la facturación (no sé si incluye la seguridad social) y solo con los ingresos permitidos en las fases de desescalada, no los cubren. “Abrir la persiana es hacerlo para perder dinero”, dice el chef.
Pone el ejemplo de que, para un restaurante que factura cien mil euros, al abrir con un aforo máximo del 30% supondrá, en el mejor de los casos unas ventas, en el periodo de la desescalada de treinta mil euros cuando, solo el coste de personal es de treinta y cinco mil. A estos, hay que añadir los costes de la compra de las materias primas (carne, verdura, pescado, etc), los gastos generales (alquiler, suministros, seguros, …), etc.
No es exactamente como lo cuenta Chicote porque él hace los cálculos con la incorporación de todo el personal de golpe cuando puede hacerse progresivamente, mientras dure el estado de alarma, hasta finales de junio. Más adelante se permitirá la entrada de clientes has el 50% del aforo y al final de la desescalada, no sabemos cómo quedará pero seguro que no será al 100%, por las medidas de distanciamiento social y de higiene. Aun así, sus declaraciones resumen bien la agonía a la que se enfrentan de los pequeños negocios de restauración.
En España hay 280 mil restaurantes y representan uno de los negocios más comunes. Como muchas otras pymes, tienen un complicado futuro. Si el presente, sin demanda, es duro, en los próximos días se presentará el panorama que explica Chicote y que define como “suicidio empresarial”. La demanda de los negocios de restauración no volverá a ser como la de antes del estado de alarma. Pero, además sus obligaciones serán más elevadas porque la liquidez obtenida con fondos ICO no hace otra cosa más que aumentar la deuda y los gastos financieros, por mucho que incorpore un periodo de carencia para la devolución del principal. Los intereses se pagan desde el momento cero. Su obligación de contratar al personal en ERTE por fuerza mayor (ahora habla el gobierno de “recomendación”) devolverá los gastos de personal al nivel anterior al confinamiento, mientras que los ingresos serán inferiores.
Desde el punto de vista de la facturación, como digo, los aforos máximos permitidos se reducirán pero, además, los consumidores habrán perdido poder adquisitivo por ERTES, ERES, reducciones salariales o por quedarse en situación de desempleo.
En fin, menos ingresos y más gastos hacen que ser emprendedor sea labor complicada en estos momentos. Los que empiezan desde cero (recordemos que una manera habitual de reinventarse los parados es convertirse en emprendedores), demuestran mucha valentía aunque en épocas turbulentas es cuando se encuentran oportunidades. Pero ojo, la incertidumbre sobre el futuro es tal, que una oportunidad con el viejo paradigma podría no serlo con el nuevo.
Lo que está claro es que quien emprenda o tenga un negocio y decida tirar para adelante, además de provocar mi admiración absoluta, debería reinventarse. Una oferta limitada por la normativa, una menor demanda, y un menor poder adquisitivo de los demandantes dibujan un panorama en el que se requiere que tu oferta destaque sobre el resto.
Hay que poner en marcha una revisión del plan de negocio, ya inservible y, sobre todo, conocer la oferta de los demás y ver cómo batirla. Lo que hay que poner a trabajar de verdad es la materia gris, nuestro cerebro, para pintar el futuro de color. Si puede ser, no de rojo, como la sangre, sino de azul como el océano.