Como dice el refrán…, todo se pega menos la hermosura. Después del meneíto que le dio a la sanidad pública Bauzá y su panda de iluminados y amigos, no sé si por este orden, cualquier noticia sobre su vuelta, por inverosímil que sea, pone a los sanitarios en guardia. Es como nombrar la bicha.
De un kilométrico equipo de cargos y asesores, se salvan, Romero en servicios sociales y Thomás y Sansaloni en salud; …. por su compromiso personal se recuperó la zozobra y se devolvió la dignidad a la gestión pública del sector.
La hoja de servicios de los nombramientos del senador se cuentan por desatinos. En poco más de dos años, se acumularon pifias para parar un tren. La propuesta de cierre de los hospitales sociasanitarios fue la parte más visible de una legión de despropósitos liderados por una corte de directivos de medio pelo ejemplarizada en perfiles como el de Tontiso y Atip da Agiev. No es menor el propio legado de la gestión de Son Espases. Un agujero económico y de gestión de considerable magnitud, tejido entre la inexperiencia de la gerencia y las actuaciones percibidas como titiritescas de la dirección médica. Que, por cierto, bla, bla, bla, … pero vieron frustados sus indisimulados intentos de seguir con el nuevo ejecutivo.
Además del irresponsable intento de cerrar el Hospital Juan March y el Hospital General se rodeó de una corte de interesados aduladores que le apartaron de la realidad y le impedían valorar las consecuencias de sus despropósitos. Invirtió en la escuela de Torquemadas que ha sobrevivido a su legislatura. Intentó no aplicar los acuerdos sindicales que acercaban las condiciones laborales de sus trabajadores al resto de CCAA; manifestó la voluntad expresa de meter la mano en el bolsillo de los médicos obligándoles a devolver parte de sus legítimos ingresos. De mayor calado social sin duda fueron unas incontroladas listas de espera lideradas por el hospital de referencia. O su intento de retirar la carrera profesional a los sanitarios, la agresión a los principios de la atención primaria y sus peregrinos intentos de privatización en plena marea blanca. Para que seguir. Un ejercicio de rancia y vieja política para olvidar.
Entre tanto desconcierto y falta de referentes, significados directivos cargados de incoherencia, consiguieron mimetizarse en la masa, cambiarse la chaqueta y allí les tienes, ejerciendo, igual de mal, sus competencias. Otros se están poniendo las botas con las peonadas de las esperas a las que contribuyeron de forma directa. Un tercer grupo, en plena actuación inquisitorial, aguijoneada por sus fobias, inquinas e intereses personales han puesto en peligro hasta la estabilidad de las altas instituciones de la comunidad autónoma. Sublime.
Cualquier atisbo de incursión, declaración o propuesta de vuelta, activa a los profesionales y les traslada a las trincheras. La dosis de directrices trufadas de tonterías y sin rigor, de castillos sobre la arena…, ya fue suficiente.
Después de su paso por el Govern, devorado por las intrigas de su entorno, no queda nada del sensato alcalde de Marratxí. Tan solo su caricatura y una menguada corte de rancios y desprestigiados lacayos.
Por lo demás, que se puede esperar de la experiencia adquirida en la confortable y poco operativa cámara alta. Precisamente en un año sabático, conformado por una legislatura non nata y por otra que ha iniciado su recorrido hace unas pocas semanas. De hecho, si nos atenemos a las informaciones publicadas, su regreso es motivo de unión pero no precisamente a su favor.
En las declaraciones realizadas a DM, el domingo pasado, analizando la posibilidad de volver a impulsar las acciones, que a la postre movilizaron en su contra a más de 100.000 personas, contesta con un misterioso “tengo ideas”. A un paso del “oigo voces”.
Por lo que se ve, todo se pega, incluidas la chifladura y la estulticia.
