Tragedias evitables. (Y televisadas)

Por más acostumbrados que estemos a vivir en directo dramas humanos en los informativos de televisión mientras comemos en familia sin inmutarnos, no podemos ser insensibles a las dos grandes tragedias ocurridas en el mundo en los últimos días. Esta vez no.

Por una parte hemos asistido en vivo y casi en directo a la terrible muerte de 900 personas, como usted y como yo, que han tenido la desgracia de nacer en un país terriblemente pobre, en unos casos, o en un país en guerra o algo peor, en otros. Estos hombres, mujeres y niños han perdido la vida huyendo de su triste destino, o incluso de la propia muerte.  Huyeron de la parca para encontrar a la parca.

Mi compañera de La Sexta, Ana Pastor, no podía contener el gesto de horror mientras los residentes y autoridades de la otrora idílica y muy italiana isla de Lampedusa, le trasladaban con la impasible frialdad propia de quien está inmunizado de casi todo, el detalle de la vivencia del pescador local cuya embarcación apenas podía navegar porque el casco de la misma chocaba una y otra vez con cadáveres flotantes.  No ha vuelto ha salir a la mar aquel pescador, nos cuenta la entrevistada. La periodista tensa los músculos de la mandíbula y hace un ademán de taparse la cara con la mano. No puede soportarlo.

Cuando todavía no habíamos digerido el drama de las casi mil sepultadas en las aún frías aguas del Mediterráneo, las televisiones nos sirvem las imágenes del terremoto del lejano Nepal. La tierra tiembla y las frágiles estructuras construidas por el hombre se derrumban sepultando a miles de almas. Son 4.000 los muertos oficiales en esta tragedia en el momento en que escribo estas líneas. Hoy son 1500 más que ayer. Y desgraciadamente serán más mañana, no tengo duda. Nepal es un caos. Otro drama y de nuevo el horror ajeno servido en bandeja en el telediario a la hora de comer. “Quieres un poco más de pollo, cariño?” -dice ella- “No, que estoy harto ya” -responde el niño- mientras el hombre de la casa oculta un pequeño eructo. En la tele un joven con el cráneo ensangrentado es llevado en volandas por un grupo de polvorientos nepalíes que reflejan miedo en sus caras.  Realidad cotidiana versus telerrealidad.

Horrores cotidianos el de Lampedusa y el de Nepal y su capital Katmandu, que no deberían dejarnos impasibles. Hay que levantar la voz y hacerla oír. Basta ya. La fatalidad existe y hay muertes que son imprevisibles y por tanto inevitables. Pero no es el caso.  No podemos evitar que la tierra tiemble, eso es obvio. Pero me deja helado saber que el motivo por el cual la capital de Nepal es hoy en día una escombrera es porque allá también ha habido burbuja inmobiliaria y las construcciones se han hecho rápido y con malas calidades. Algo inaceptable en una de las zonas con mayor actividad sísmica del mundo. Alguien se ha forrado a costa de los muertos del Nepal y alguien –las autoridades- lo ha permitido. Eso en las faldas del Himalaya. Pero aquí, en Europa, las autoridades del primer mundo han mirado hacia otro lado mientras en el norte de África, miles y miles de desesperados se lanzan al mar convirtiendo nuestro adorado Mediterráneo en una tumba colectiva.

Hay que tomar medidas. Y ser conscientes de que las tragedias, casi siempre, son evitables. Exijámoslo. No podremos dormir tranquilos mientras seres humanos, iguales a nosotros, mueren gratuitamente.

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