Un antes y un después

Intuyo que esa febril necesidad de distribuir los días en un calendario, de limitar los tiempos de forma metódica y de emplazarnos a todos, cada cierto tiempo, estemos en el lugar del mundo en el que estemos, para celebrar principios y finales de ese calendario, se debe (al margen del cambio de las estaciones) a la necesidad de todo ser humano de intentar controlar mínimamente, en que punto de su vida está, estuvo o desea estar algún día.

El transcurrir de los días sin calendarios sería tedioso, aburrido, desmotivador. No me puedo imaginar millones de seres humanos sin poder planificar con detalle (calendario en mano) sus días de vacaciones, mocosos, puentes, acueductos y demás construcciones de promotoras sindicales, para el año entrante. No me imagino sin un calendario con el que visualizar esos espacios todavía en blanco anhelando llenarlos de felicidad (venga de dónde venga). Sin poder quedarse pensativo delante de esos números que representan días, prometiéndonos con voz bajita: este año haré más deporteo este año chequeo médico, ITV del coche

Un tiempo no medido con calendarios, sería un espacio infinito a recorrer sin más motivación que la que el día a día nos pudiera proporcionar. No coincido con quienes piensan que vivir es exprimir de forma activa cada día como si fuera la última naranja en el universo. Vivir también es soñar y esperar algo nuevo y mejor del futuro, por eso necesitamos visualizar esos espacios prometedores que nos depararán, quizás si o quizás no, aquello que tanto hemos ansiado.

Afortunadamente contamos y organizamos el tiempo, y así tenemos cada año un último segundo que celebramos con un silencio absoluto mientras nos concentramos en conseguir oír todas las campanadas (porque cada año se nos escapa alguna), en conseguir no atragantarnos con las uvas (que hemos descuartizado y manoseado durante horas), y en vaciar el plato antes de que suene la última campanada no vaya a ser que tengamos mala suerte. A partir de ese instante todo es exactamente igual y distinto a la vez porque lo que vale es la ilusión y la intensidad de nuestros sueños.

Que 2018 haga realidad los suyos!

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