Once metros pueden separar el infierno y la gloria; el estigma, de la devoción del semidios. Solo once metros, esa es la distancia que toda la vida acompañará a determinados futbolistas: Señor, Eloy, el pequeño, Ramos, que sacó casi el balón del estadio y el siguiente (marca de la casa) lo tiró a lo Panenka, y, cómo no, Morata, que ha obtenido una mala fama que le acompañará siempre. ¿Su delito? No haber marcado a un portero desde escasos once metros.
Son futbolistas, y en un país latino como el nuestro todo lo relacionado con el futbol es desmesurado. Ya no les digo en la Argentina, con Maradona y Messi como protagonistas. ¿Quién es el 10 de Argentina?
Más de dos mil años atrás decían los emperadores aquello de 'panem et Circenses', y en eso seguimos. Poco hemos avanzado cuando a nuestro alrededor pasan cosas importantes.
La Presidente Armengol ha demostrado su excepcional peso político nacional y ha renunciado a que se nombrara a nadie de este pequeño país ministro del Reino, que para eso ya tenemos un jefe de gabinete de un secretario de Estado, o algo parecido. Dicha renuncia puede ser por dos motivos: el primero porque piensa que los socialistas baleares son demasiado valiosos para un nuevo gobierno de mediocres en el que el papel de Ábalos lo asume el culto y 'sportman' Iceta; o, por el contrario, no tiene a nadie con el peso específico que supere el del tal Pons que lleva la maleta a no sé quién.
Queda una tercera opción, pero no creo que sea posible, y es que no pinta nada en Madrid. Que con dificultades saben quién es. Créanme, esta última no es posible. La señora Armengol pasará a la historia como una gran socialista, como Rosa Luxemburgo. O no...
Ya que les hablo de la Presidente, a la que deseo lo mejor, pues su éxito es el nuestro, parece que tiene líos en la rebotica. Lo primero que tengo que decir de ella, y de cualquier ciudadano, es que le ampara la presunción de inocencia. Y, estando en ello, se me ha ocurrido consultar la hemeroteca y, para sorpresa mía, lo que decían ella y su Sancho Panza de entonces, destinado ahora en el Senado para que no estorbe por aquí, Cosme Bonet (que en todo me recuerda a Iceta).
Resulta que el 'duetto' Armengol/Bonet no respetó y no concedió ese derecho constitucional a sus adversarios. Siguiendo la doctrina Armengol de hace diez o doce años, podría decir de ella cualquier fechoría y podría decir que todo eso me lo ha enseñado ella. No creo que el juez que viese la denuncia contra mí, interpuesta por la señora Armengol, lo admitiese como eximente, salvo que el juez fuese el vicepresidente del gobierno.
Miren, es muy fácil: les invito a conectarse a internet y, mediante cualquier buscador, leer lo que decía de sus adversarios políticos cuando aún eran investigados. Les aseguro que esa presidente con cara de Virgen pálida tenía la lengua de un diablo. No respetaba ni la presunción de inocencia ni nada que se interpusiera entre ella y la moqueta. Ya saben, esa moqueta roja que suele decorar las salas nobles de los edificios públicos.
Les comentaba eso en relación a un lío de un concurso en Menorca de la Autoridad Portuaria. Algo así como el Palma Arena, pero menos; una concesión con irregularidades. Parece ser que algo sabía, según dice la Guardia Civil. Esto último no es secreto, lo he leído en el Mundo, con lo cual no les cuento nada nuevo. Es un tema que dejaría pasar si no fuese porque ahora ocupo parte de mi tiempo libre en una asociación de navegantes muy sensible en estas cuestiones, y, claro, nos preocupa.
Seguiré con atención lo que diga la prensa, respetando la presunción de inocencia. Pero ya saben lo que dice el refranero en temas como estos, algo así como sentarte a la puerta de tu casa a ver pasar el cadáver de tu enemigo. Como les decía, esa Presidente con aspecto virginal que no ha roto una copa en su vida ha hecho mucho daño a muchas personas. Es lo que tiene ascender en política, y ahora que empieza a moverse su pedestal, mucha gente le querrá poner al cobro algún que otro pagaré.
Es julio y, como cada año, estamos a punto de entrar en la canícula. Quizás, dejará de ser plácido para algunos. Solo les puede salvar que viene agosto, y en agosto todo se olvida, como siempre, para bien o para mal.