Un resultado electoral que nada resuelve

Lejos de resultar un pronunciamiento electoral determinante y clarificador, los comicios autonómicos del 27-S en Catalunya, que unos consideraban plebiscitarios y otros nada más que unas legislativas autonómicas, han puesto sobre la mesa -con una participación récord del 77,40%- una polarización extraordinaria de la sociedad catalana entre los partidarios de los partidos favorables a la independencia y los que se oponen a un proyecto de semejantes características que conlleve la ruptura con el Estado.

Es cierto que Junts pel Sí (Convergència Democràtica y Esquerra Republicana) gana con claridad las elecciones, pero está lejos de la mayoría absoluta y necesitará pactar para lograr investir presidente a un miembro de su candidatura, además de perder votos si sumamos los que obtuvieron cada una de las formaciones por separado en 2012. Previsiblemente la única formación dispuesta a negociar la investidura será la CUP, una formación que ha experimentado un fuerte incremento (pasa de 3 a 10 escaños), pero que en su día, pese a ser independentista, se opuso a formar parte Junts pel Sí. Será difícil que la CUP se preste a apoyar la investidura de Artur Mas como president de la Generalitat. Por tanto, la gobernabilidad está seriamente comprometida, así como también el liderazgo entre los soberanistas.

Además, pese a que los líderes de Junts pel Sí (Romeva, Junqueras y Mas) se han proclamado legitimados para iniciar el proceso hacia la independencia, lo cierto es que los partidos independentistas (Junts pel Sí y CUP) sí son mayoría en el Parlament pero no lo son en cuanto al número de votos, lo que constituye un obstáculo de primer nivel para seguir avanzando hacia una declaración unilateral de independencia que no cuenta con una mayoría social. Negar esta evidencia no es sensato ni responsable. Al fin y al cabo, si se tratara de un plebiscito, habría más votos a favor del "No" que a favor del "Sí".

Por otro lado Ciutadans de Albert Ribera es la fuerza que mayor triunfo puede exhibir en estos comicios, al pasar de 9 a 25 diputados y 668.000 votos, 393.000 más que en las últimas autonómicas celebradas en 2012. Se convierte así en la segunda fuerza política más importante en Catalunya. El PSC-PSOE con Miquel Iceta pierde 4 escaños (se queda con 16) y salva los muebles. Pero el Partido Popular de Xavier García Albiol se desploma hasta los 11 escaños al perder 8, logrando su peor resultado en muchos años.

En resumen, los independentistas han logrado la victoria y ser mayoría en el Parlament de Catalunya, pero no han conseguido tener a su lado a la mayoría de votantes en su anhelo de romper con España. Y está por ver que puedan llegar a acuerdos entre ellos, habida cuenta de que los hay favorables a un proceso negociado con el Estado, mientras otros pretenden la ruptura inmediata de la legalidad constitucional. Veremos qué dice el Gobierno de Mariano Rajoy y cómo afronta la situación.

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