El episodio macabro y de extremo mal gusto, denunciado por el alcalde de Alaró, Guillem Balboa, ha merecido con mucha razón la condena unánime de todos los partidos del arco parlamentario, como no podía ser de otra forma. El primer edil denunció ante la Guardia civil que tras llegas a su casa de vacaciones, se encontró con que alguien había arrojado a su patio un cordero negro muerto. Este hecho es absolutamente intolerable y lo peor es que no es la primera vez que Balboa, que es alcalde desde el 17 de junio pasado, sufre en su propio domicilio algún tipo de presión o de hecho anómalo. No hace mucho un grupo de jóvenes de la localidad protestó ante su casa por una prohibición de música en los bares en las fiestas patronales.
Balboa, en un ejercicio de máxima prudencia y con la intención de no añadir más leña al fuego, ha intentado restar importancia a lo ocurrido. Pero la realidad es que algo así es extremadamente grave y es inevitable relacionarlo con el precedente de la protesta juvenil ante su domicilio, algo que ya entonces mereció severos reproches por el exceso que supuso algo así, al trasladar al ámbito privado una protesta política y del ámbito de la gestión municipal.
Llegados a este punto es preciso confiar en que la Guardia Civil pueda esclarecer la autoría de tan despreciable acto. Y condenar enérgicamente un acto como el padecido por Balboa, injustificado en cualquier caso, que demuestra que queda mucho por hacer en materia de tolerancia y respeto. El alcalde de Alaró es el primer alcalde negro de Balears, y es evidente que una barbaridad como la perpetrada contra él, en su propio domicilio, guarda una relación evidente con aquella circunstancia.
El cordero negro, que según algunas informaciones agonizaba tras haber sido maltratado cuando fue arrojado al patio de Balboa, no es casualidad. Pero es que nadie en su sano juicio puede idear una fechoría así ni en términos de broma excesiva.
Guillem Balboa es un alcalde y por tanto, una autoridad municipal. Todo aquel que crea que puede impunemente coaccionar y vejar a un alcalde, se equivoca. La Justicia actuará contra él más pronto que tarde porque nada justifica un acto así.





