Una moción de censura irreflexiva

La iniciativa para una moción de censura contra el presidente del Barça Bartomeu y su junta directiva ha conseguido más de 20.000 firmas de adhesión, algo que ha sorprendido incluso a sus propios promotores, y aunque están pendientes de validación y en el proceso se desechará un porcentaje de las mismas, se trata de un resultado muy significativo, incluso si finalmente fueran declaradas inválidas un número que situara el total final por debajo de las necesarias para que siga adelante el proceso de la moción.

Este éxito de la iniciativa es indicativo del profundo malestar existente entre muchos socios y aficionados barcelonistas. Pero, ¿es lógico promover una moción de censura en estos momentos? Si finalmente el número de firmas válidas es superior al mínimo necesario, se pondrá en marcha el mecanismo de la moción que debe desembocar en una votación antes de unos dos meses y, de ganar el sí a la moción, que debe obtener dos tercios de los votos válidos emitidos, significaría la destitución del presidente y la junta, su sustitución por una gestora con poderes limitados, y la convocatoria de elecciones que difícilmente podrían celebrarse antes de finales de enero.

Teniendo en cuenta que ya hay elecciones convocadas para finales de marzo, ¿vale la pena todo esta confusión y desconcierto por ganar dos meses? Porque todo este proceso pondrá al Barça en los titulares de toda la prensa internacional no por temas deportivos, sino por la eterna lucha cainita que padece este club casi desde su fundación. Además, todo el bombardeo mediático repercutirá sobre el equipo, ya que es imposible aislar a jugadores y cuerpo técnico de tanto fuego cruzado; y ello en una temporada en la que el equipo se debe reconstruir y reivindicar. Los resultados deportivos pueden resentirse mucho de tanta inestabilidad.

Es bastante evidente que para muchos barcelonistas de buena fe se trata de expresar su cabreo, por desgracia desde la falta de reflexión y de ponderación, pero también es evidente que para algunos aspirantes a las elecciones presidenciales y sus voceros mediáticos se trata de algo más; se trata de castigar y humillar a Bartomeu e impedir que pueda tener la oportunidad de recomponer el equipo, aunque sea a costa de tirar la temporada entera. Deben pensar que si el equipo vuelve a fracasar este año será mejor para ellos, que podrán aparecer como los mesías redentores que salvarán al club de sus pecados y, además, podrán hacer tabla rasa y despedir al entrenador sin darle la más mínima oportunidad, puesto que lo último que quieren es que Koeman triunfe, dado que ha sido contratado por el actual presidente.

Nos encontramos de nuevo ante una situación repetida en el Barça, una marca global, uno de los clubs deportivos más potentes del mundo, un gigante mundial gestionado de una manera provinciana y tribal, lo que incluye la necesidad de liquidar todo lo que hayan hecho los anteriores gestores.

Bartomeu debería haber dimitido hace dos años, después del fracaso de Roma y de constatar que era incapaz de encauzar la necesaria renovación de un equipo maravilloso pero en declive. Y si no, hace un año, después del fracaso de Liverpool, por las mismas razones. Y ya que no lo hizo, deberían haber propuesto la moción censura en esos dos años. La moción ahora es mucho más perjudicial que positiva, es una muestra de un irreflexivo deseo punitivo y vengativo por parte de muchos de los signatarios, y de oportunismo e indiferencia ante el perjuicio causado al club de alguno de los promotores aspirantes a la presidencia.

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