Creía que ya lo había visto casi todo en la red, pero hoy he descubierto una nueva modalidad de porno casero. Olvídense de cuestiones lúbricas, no va por ahí. El asunto es un estriptís en toda regla, normalmente de una madre de familia, pero –escandalícense-, no se quita ni una sola pieza de ropa, ni descubre ninguna parte de la anatomía que el decoro normalmente tenga reservada a la intimidad.
El invento consiste, lisa y llanamente, en mostrar lo que la interfecta ha comprado en el súper, detallando lo que le ha costado y comentando si el producto es bueno, malo o regular, o si es mejor comprarlo en tal o cual establecimiento.
Hombre, confieso que algunos de estos vídeos están bien, como los que hacen las veces de tutorial para conocer el correcto funcionamiento de una cámara fotográfica o un robot de cocina que acaba de adquirir el yutuber.
Pero no, la versión cani, que es la más extendida, lo que muestra es una compra semanal, de esas de las que cada cual guarda para sí los detalles, por puro sentido del pudor. A lo sumo, uno comenta con un amigo si tal o cual vino del Eroski es cojonudo, o si el jamón ibérico del Mercadona está realmente hecho de cerdo enano vietnamita –cosa que ignoro por completo, dicho sea de paso-, pero nada más.
Pues bien, elijan su plataforma visual favorita y tecleen en el buscador el título de este artículo y descubrirán el apasionante universo de la cesta de la compra. En uno de los vídeos, una señora andaluza, que dice ser y llamarse Conchi de Córdoba, comienza la sesión contándonos lo eficaces que son unas determinadas compresas ‘maxi’ para la incontinencia urinaria, hasta tal punto –aclara la presentadora- que sirven incluso para cuando la usuaria añade a sus reflujos vesicales los propios de sus períodos menstruales, si es que se halla en período fértil, claro. Excuso decirles que, pese a que soy poco impresionable por cuestiones derivadas de nuestra naturaleza animal, la imagen mental me ha dado cierto asquito, la verdad.
La cosa sigue con unos ‘quicos’ de maíz de dos marcas distintas, unas madalenas de las gordas, taquitos de jamón –para los macarrones, aclara-, una tarta de queso al chocolate para el rey de la casa, palitos de cangrejo, unas bases de pizza, jamón york para untar –menuda cochinada-, unos yogures de macedonia, dos calabacines, y así durante 31 minutos.
No es un caso aislado, pues además de Conchi –que atesora el desparpajo característico de su tierra-, hay otras muchas unboxers que nos cuentan con pelos y señales los detalles más alucinantes de algo aparentemente tan soso y aburrido como la compra doméstica.
No sé qué será lo próximo. Probablemente que alguien nos cuente qué ha comido y los efectos del bolo alimenticio sobre su tubo digestivo a lo largo de su tránsito intestinal, o algo por el estilo.
Sinceramente, comienzo a añorar la feliz época en que no existía internet.





