Urbanidad residual

La Empresa Municipal de Aguas y Alcantarillado (EMAYA) ha resuelto no seguir recogiendo a domicilio los enseres domésticos que rechazamos, porque las dos terceras partes de los muebles y electrodomésticos particulares en desuso, que retiran los servicios municipales, se encuentran abandonados en la vía pública. No creo que la medida redunde en beneficio de una ciudad más limpia, porque el indeseable que no cumplía las ordenanzas seguirá sin hacerlo si no lo impiden los controladores medioambientales, responsables de velar por el uso correcto de los residuos sólidos urbanos, pero que han demostrado su ineficiencia hasta ahora.

La falta de respeto al vecino y la difícil cohabitación en algunas barriadas degradadas, se amplía a cada rincón de Ciutat cuando se trata de limpieza y mantenimiento del mobiliario urbano. La proliferación de graffitis, la vulneración reiterada de la ordenanza de publicidad dinámica, el buzoneo en edificios que no admiten publicidad, el reguero de bolsas y cajas alrededor de los contenedores, la falta de selección de las basuras, los excrementos de animales por doquier o el empleo de cualquier espacio oscuro para aliviarse son expresiones de un sociedad egoísta e insolidaria, que deteriora la convivencia y el bienestar común. La administración no es ajena a este desorden y, en lugar de insistir en campañas cívicas de concienciación, opta por rendirse a una realidad que parece superarla.

Antes que ‘antitaurina’ o ‘lgbt friendly’, si nos atenemos a su repercusión pero incluido también en sus diez medidas urgentes para el cambio, los coaligados se comprometieron a aplicar un plan de choque de limpieza viaria, con dotación de recursos humanos y técnicos, que mejoraran la situación de todos sus barrios. No parece que el Consejo de Administración de Emaya, reunido este jueves, esté ejecutando adecuadamente el mandato político, si se retiran servicios a los que cumplían con su deber o se nombran nuevos directores de Administración y del área de Limpieza Viaria que cobrarán (al margen de su idoneidad) bastante más que los médicos a los que les niegan el derecho a una carrera profesional.

Es probable que el sueño de un alcalde en retirada, que promovió la candidatura de Palma como Patrimonio de la Humanidad, quede solo en una propuesta electoral más, que no se culmina por la inacción de sus herederos y, también, porque el chovinismo se enfría en un baño de realidad. Los palmesanos estamos orgullosos de ser ‘llonguets’, pero nuestros gobernantes confunden las prioridades y los residentes no siempre pasamos de las palabras a los hechos, colaborando en que nuestra urbe sea un modelo de pulcritud, digna de considerarse la capital turística del Mediterráneo.

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