La pandemia afecta a todo el planeta y la solución debe ser necesariamente global. La vacuna debe llegar a todos los rincones del globo, de lo contrario no se conseguirá su control.
Los países más ricos, notoriamente la Unión Europea, Estados Unidos, el Reino Unido, Canadá, Israel, Corea del Sur, Japón, Singapur y algunos otros han acordado con las farmacéuticas productoras de vacunas la compra de miles de millones de dosis, muchas más de las que necesitan para inmunizar a toda su población. China y Rusia confían en sus propias vacunas e incluso han empezado a suministrarlas a terceros, como Argentina o Brasil. Las monarquías ricas de la península arábiga están pagando precios mucho más altos para conseguir asegurarse su parte del pastel y el resto de estados subdesarrollados y del tercer mundo dependen íntegramente de la Organización Mundial de la Salud para poder disponer de vacunas.
Acaparar vacunas para inmunizar a los ciudadanos propios e ignorar las necesidades del resto del mundo es una estrategia suicida, puesto que si el virus sigue circulando por amplias zonas del mundo, estas se convierten en un reservorio de la infección que va a provocar retornos continuos de la misma. Israel no está suministrando vacunas a los palestinos de los territorios ocupados de Cisjordania y Gaza, incumpliendo así la ley internacional que le obliga, como potencia ocupante, a subvenir a las necesidades de la población bajo su tutela, pero es que tener el virus circulando entre los palestinos con los que compartes territorio puede invalidar, al menos parcialmente, la inmunidad de grupo que consigas con la vacunación, sobre todo si tienes entre los tuyos importantes bolsas de refractarios a la vacuna, como es el caso entre los ultraortodoxos. Parece que el gobierno israelí está rectificando, tímidamente, y ha empezado a suministrar vacunas a los médicos y otro personal sanitario y de emergencias palestinos.
La UE se juega gran parte de su muy deteriorado prestigio como potencia económica y política con la adquisición y suministro de las vacunas. Haber actuado de una manera conjunta, como una única entidad, en la participación del desarrollo de algunas vacunas y la contratación del suministro de las mismas y su posterior reparto para todos los países de la unión, ha sido sin duda la acción más importante tomada como UE en muchos años y una demostración de su potencia y capacidad cuando actúa como organización política en nombre de 450 millones de ciudadanos. Pero los problemas logísticos surgidos en el suministro de vacunas por parte de las farmacéuticas y las suspicacias, reales o conspiranoicas, que se han suscitado al respecto, suponen un reto de gran envergadura en cuya solución satisfactoria radica la recuperación o la pérdida de prestigio de la Comisión Europea, en tanto que, por una vez, auténtico gobierno de la UE.
Pero la UE se juega asimismo la recuperación de su también deteriorado prestigio moral con el liderazgo de la cooperación con la OMS en el acceso universal a las vacunas. Las ingentes cantidades de dinero invertidas en subvencionar el desarrollo de las mismas y la compra de miles de millones de dosis, deben servir para presionar a las farmacéuticas para que suministren a la OMS vacunas para los programas de vacunación de los países que no disponen de la capacidad económica para inmunizar a toda su población.
Que la vacunación sea universal es del máximo interés para todos para conseguir el control de la pandemia.