Las imágenes estivales de las playas con vendedores ambulantes, mojitos y cervezas vendidas a pie de arena, o bocadillos “recién preparados” en manos de improvisados comerciantes ya no resultan tan pintorescas. Detrás de esta postal se esconde un riesgo creciente, tanto para turistas como para residentes, que exige una respuesta firme enfocada a proteger tanto la salud pública como la convivencia.
En Calvià, la Policía Local ha intensificado los controles y, en apenas una semana, ha impuesto 20 denuncias y ha identificado a 8 personas por venta ambulante, además de incautar alimentos y bebidas que no ofrecían ninguna garantía sanitaria. Estas sanciones, contempladas por la Ordenanza Municipal de Convivencia, pueden ascender a 600 euros, o reducirse a 300 si se abonan al instante.
Mientras tanto, en Playa de Palma -principal núcleo de los turistas que nos visitan-, la estampa preocupa aún más: mojitos callejeros preparados directamente sobre bolsas de plástico colocadas en el suelo de un aparcamiento, con fruta cortada y bebidas vertidas desde garrafas sin control alguno. La Policía Local descubrió esta escena insólita y denunció la venta ilegal de alcohol, que conlleva un serio peligro sanitario, ya que los productos manipulados sin ninguna supervisión pueden derivar en intoxicaciones o infecciones.
Mallorca debe defender su marca basada en el turismo de calidad y la seguridad. Ceder ante esta venta ambulante fuera de control y sin ningún tipo de regulación pone en jaque la reputación de la isla y el trabajo honesto de quienes viven de este sector
No se trata sólo de riesgos sanitarios. Estamos ante una flagrante competencia desleal. Comercios locales, bares y restaurantes llevan toda la temporada luchando contra la caída del negocio, un golpe especialmente duro para aquellos que cumplen con todos los requisitos sanitarios, fiscales y laborales. Mientras estos empresarios invierten en higiene, formación y seguridad alimentaria, los vendedores ambulantes proliferan en la arena sin factura, licencia ni inspección, minando año a año el tejido económico local.
Mallorca debe defender su marca basada en el turismo de calidad y la seguridad. Ceder ante esta venta ambulante fuera de control y sin ningún tipo de regulación pone en jaque la reputación de la isla y el trabajo honesto de quienes viven de este sector. No podemos permitir que el alivio de una cerveza fría a pie de playa se convierta en una pesadilla para la salud o en un agravio económico para quienes cumplen las reglas.
Cabe exigir que todos los ayuntamientos-sobre todo los que tienen gran afluencia de turistas- mantengan y refuercen los operativos, que las sanciones sean efectivas y que se apoye al comercio legal. El verano debe seguir siendo el motor económico de Mallorca, pero nunca a costa de la seguridad ni de la equidad empresarial. Una isla que cuida a su gente y su economía es una isla que seguirá siendo un destino deseado.