Una de las últimas fantasías de los ecosoberanistas de las Islas fue la de presentar a Vicenç Vidal como una especie de vanguardia reivindicativa de una futura representación de Més en el Congreso de los Diputados, para algún día poder establecerse en la corte sin necesidad de viajar confundidos con progres de todo pelaje en el autobús comunista de Sumar.
El exconseller de Medi Ambient del penúltimo Pacte iba a destacar en el hemiciclo como legítimo representante de los mallorquines progresistas y defender -ahora sí y sobre todo- los intereses de nuestro archipiélago. Se iba a dejar la piel.
Llevamos desde finales de julio asistiendo a la subasta en que se ha convertido la investidura de Pedro Sánchez. Todo quisqui mete ahí la cuchara. EH Bildu supuestamente no exige nada a cambio, pero todo el mundo sabe que si gana las autonómicas vascas necesitará el apoyo socialista para gobernar. De Junts, es decir, de Puigdemont, se conocen sobradamente sus pretensiones. ERC, aunque relegada a un segundo plano, no deja de exigir el referéndum, aunque sea de mentirijillas y con la boca pequeña, para evitar que el de Waterloo acapare todo el protagonismo. El PNV es maestro en este tipo de negocios. Coalición Canaria reclama el cumplimiento de la agenda canaria, lo que implica más dinero para las islas afortunadas. Hasta Podemos se desmarca de Sumar y exige que Irene Montero -Dios lo impida- sea de nuevo ministra de Igualdad.
¿Y del soberanista Vidal? ¿Se sabe ya cuánto vale su voto? ¿Qué extraordinarias contrapartidas va a obtener para los ciudadanos de Balears?
Pues parece que nuestro mesías, nuestro hombre en Madrid, va a apoyar a Pedro Sánchez a cambio de exactamente nada, continuando la última tendencia de Més -acentuada desde que dirige el cotarro Lluís Apesteguia- a convertirse en una suerte de PSIB-Atlético, un filial ruidoso que a veces se comporta como un ca rater de possessió, ladrando para alertar al ca de bestiar socialista pero, en el fondo, sumiso y de lealtad contrastada.
Vicenç Vidal, ahora que ya puede seguir comiendo bocatas de calamares en Lhardy durante cuatro años más, ha perdido todas las ínfulas nacionalistas que le llevaron a Madrid por la sencilla razón de que en Balears gobierna el PP y, claro, no va a trabajar para los votantes de las Islas si estos se han demostrado tan ingratos como para que Més no repitiera en el Govern y pusiera en su lugar a la pérfida derecha.
Vidal es nacionalista a tiempo parcial, ejerce de tal solo cuando en Balears gobierna el Pacte y, especialmente, si en Madrid lo hace el PP, aunque ni siquiera en esa coyuntura se le ve trabajar demasiado, para qué engañarnos. El ¡Madrit nos roba! queda, pues, para las consignas y los procesos electorales.
En cambio, con Prohens en el Consolat y Sánchez en La Moncloa, Vidal no va a tener necesidad de ser reivindicativo, no fuera cosa que alguien se equivocase y le hicieran caso y, al final, el PP obtuviera algún rédito de sus esfuerzos en pro de las Islas.
Cuando aquí no gobiernan los suyos, Vicenç Vidal es solo un comunista más.





