Es una buena noticia. Se está recuperando la normalidad. Algunas iniciativas tienen que ver más con los principios que con los intereses y el beneficio partidista. En realidad, no debería ser un tema para las diferencias, ni para la confrontación, ni tan siquiera ideológico. Como tampoco confrontarlo en el terreno de las prioridades. Más bien un ámbito para la sintonía y la vertebración.
Sin duda, la recuperación del Consell Econòmic i Social (CES), es una buena noticia. El sólido Estatut liderado con solvencia por Matas y Estarás en 2007, ampliamente apoyado por la práctica totalidad de los partidos, lo reconoce como un órgano colegiado de participación, estudio, deliberación, asesoramiento y propuesta en materia económica y social.
Fue borrado del espectro institucional, como medida de ahorro -el chocolate del loro-, por el ejecutivo de Bauzá. Con él, se fracturó la continuidad de un instrumento diverso y participado que permite hacer un buen diagnóstico de situación socioeconómica y abre la puerta a las propuestas de mejora que permitan lidiar con una economía vaporosa, voluptuosa, monopolística y poco equitativa.
Hay que reconocer, qué en 2011, en plena crisis social y laboral, el govern del segundo Pacto de Progreso, gastaba mucho más de lo que ingresaba y el déficit se acumulaba peligrosamente. Las inversiones silenciosas hundían las exhaustas arcas públicas, hasta multiplicar por tres el déficit de la legislatura que le precedió. Los dictámenes del CES se acercaban más a los icónicos brotes verdes de la ministra Salgado que a la realidad. El propio Catedrático de Economía de la UIB, Toni Riera, desde el Centre de Recerca Económica (CRE), apuntando soluciones hacia la diversificación fue silenciado y barrido.
Sin embargo, no es menos cierto que inculpar a los instrumentos de diagnóstico, lleva al sentido inverso de su recuperación funcional. Los organismos de investigación y participación pueden desviarse de su camino, pero la solución no pasa por aniquilarlos. Es mucho más fácil amputar un miembro que recuperar su funcionalidad; también más traumático.
A lo que iba. Recuperar la funcionalidad del CES es un motivo de satisfacción. Nombrar al dirigente del PSIB Carles Manera como nuevo presidente puede considerarse pertinente. Creo sinceramente que tiene un buen perfil y experiencia para el desarrollo del organismo. Pero de ahí, a considerar el nombramiento político del ex consejero del PSIB, miembro de la actual directiva, como una propuesta independiente, da la risa. Presentarlo como independiente solo puede ser considerado como una broma.
Lo que no se puede negar es la coherencia y la persistencia en la apuesta partidista. Es tan independiente como el nombramiento de Antoni Diéguez, exdiputado del PSIB, como presidente del Consell Consultiu. Un parlamentario especializado en politizar hasta la temeridad cualquier tema para uso partidista. Crítico hasta la ignominia con predecesores, como Santiago Coll o Rafael Parera por el lastre que representaba su supuesta posición ideológica en el órgano que debe caracterizarse por su autonomía orgánica y funcional y por su garantía de objetividad y de independencia.
La misma coherencia como la utilizada para perpetuar, desde la temporalidad, a la independiente Lourdes Aguiló, exdiputada del PSIB, como directora de la Abogacía de la Comunidad Autónoma. Sustituyó, tras su ajusticiamiento público, al prestigioso Letrado Luis Segura, cesado por mantener criterios técnicos, en dictámenes que afectan directamente a la libertad de los ciudadanos, que no eran del agrado del govern.
Para que seguir…; viva la independencia y que Dios les conserve la vista y el sentido común.





