Si hace siete días encañonábamos a Vueling por los graves perjuicios causados a sus usuarios -daños que han persistido durante esta semana- hoy toca el turno a los pobres pilotos de Air Europa.
Este colectivo, dirigidos por el sindicato que cualquier asalariado desearía tener -véase SEPLA- ante los inconvenientes que les puede suponer en su carrera el lanzamiento de la línea expres de Air Europa, han decidido ser bondadosos con los pasajeros y emprender una huelga en unas fechas tan inocuas como finales de julio y principios de agosto. Para que nadie se acuerde ni de ellos, ni de sus santas progenitoras para quienes tenemos el
más absoluto de los respetos. Esto último es lo único que no he dicho con ironía.
Evidentemente que no vamos a pensar que los pilotos son tontos, y mucho menos el SEPLA, por lo que deducimos que les importa mucho más los euritos que pueden ingresar cada mes y el progreso en su carrera profesional, que el reconocimiento social que pueden recibir. Porque seguro que son conscientes de las pocas simpatías que van a despertar entre los ciudadanos en general si su paro en el trabajo vuelve a provocar un caos en los
aeropuertos, con el patio tan removido que está dejando Vueling. Precisamente esto es lo que se busca, meter mucha presión a la compañía causando los más inconvenientes posibles.
Y claro que causarán inconvenientes, y sus dardos serán los inocentes usuarios que ninguna vela tienen en este entierro así como los demás compañeros del grupo empresarial.
Los pilotos quieren hacer valer su posición preeminente en la empresa que más factura en las Islas Baleares, y ello tiene un contrapunto en forma de boomerang: en esta película los malos -a ojos ajenos- no serán los dirigentes de Air Europa, sino los miembros de este cuerpo de élite cuyo sueldo más dietas y complementos (sobretodo esto último) no despiertan la misericordia de nadie.





