Una película sobre Grecia reflejaba a los ciudadanos de este país como violentos. La película se exhibió en el país, lo cual provocó una ola de indignación: los griegos afirmaban que el film era injusto con ellos, que hacía una caricatura de sus comportamientos. El enfado llegó a que en varios lugares los cines que proyectaron la película fueron incendiados y algunas manifestaciones improvisadas acabaron con decenas de heridos y detenidos. ¡Desde luego, llamarlos violentos! Algo similar me pasó con el artículo que escribí ayer, en el que decía que al Mallorca no se le puede cuestionar. Y, desde luego, las respuestas eran de estilo griego. El Mallorca es una entidad privada, perfectamente legítima, que utiliza un estadio público, pagado por todos. Yo, por supuesto, estoy de acuerdo en que, con mis impuestos, se financien actividades de interés social. ¿Pero por qué al Mallorca y no al Baleares? ¿Por qué el fútbol y no el rugby? Ayer este artículo decía precisamente esto: no hay nada que justifique que este equipo, privado y del que sus directivos dicen que han habido desapariciones de dinero, tenga un estadio público a su disposición. Y señalaba también que es un tema tabú, que no se puede tocar porque el único argumento que se aporta es que son muchos los que están a favor. Así es como se ha desarrollado la historia: hay una mayoría a favor. ¿Y? Aunque el 90 por ciento esté de acuerdo, el 10 por ciento restante no tiene que pagar una actividad que es privada, que no es de interés público ni aporta nada. Porque, recordemos, no hablamos de la promoción de la cantera, ni del fútbol infantil, sino de los contratos millonarios de Manzanos, Pons y Eto'os. Es verdad: hay mucha gente que defiende esta situación del Mallorca. Pero yo no me presento a las elecciones. Esa es la diferencia: puedo decir que es absurdo que el dinero público financie a este club. Aunque, es verdad, ni de lejos es el mayor absurdo que se perpetra con nuestro dinero.





