El Union es el club de debate de la universidad de Cambridge. Allí, a comienzos de los sesenta, ingresó Jonathan Lynn, y su experiencia no fue satisfactoria: «los veinteañeros que allí debatían eran el grupo de payasos más pomposo, satisfecho y engreído que jamás haya visto; se comportaban como si estuvieran en la bancada del gobierno, y veinte años más tarde allí estaban». Entonces ingresó en el Footlights, el club de comedia de Cambridge, y la cosa fue mejor. El resultado conjunto de ambas experiencias contribuyó a que escribiera, junto a Antony Jay, la sátira política Yes, Minister, que se emitió en la BBC de 1980 a 1984. La siguió Yes, Prime Minister, emitida de 1984 a 1988.
Para redactar sus guiones, los autores se reunieron con muchos altos funcionarios y con miembros del Royal Institute of Public Administration, una especie de think-tank del funcionariado. Además contaron con informadores internos de los gobiernos de Harold Wilson and James Callaghan. El resultado es que, aunque es una sátira, el espectador tiene la sospecha de estar contemplando algo no muy distinto de la realidad. Y así es: incluso los capítulos más disparatados tienen un fondo real. En uno de ellos los miembros del gobierno se trasladan a un país musulmán para celebrar cierta conferencia, y están desesperados porque no van a poner tener acceso a bebidas alcohólicas en todo el viaje. Así que improvisan una sala de prensa, convenientemente aprovisionada, a la que periódicamente son convocados («señor Ministro, tiene una llamada de Mr. Johnnie Walker»). Pues bien, según cuentan Lynn y Jay, esto ocurrió realmente en un viaje a Pakistán del gobierno Callaghan. Todo esto hace que Yes, Minister y Yes, Prime Minister no sólo sean las mejores series de sátira política, sino las mejores series políticas en cualquier categoría, mucho más instructivas que otras más como Borgen o Baron Noir (y no hablemos del Ala Oeste o House of Cards).
Hay otro capítulo de la serie en que el Ministro visita un hospital que es un modelo de funcionamiento. Cientos de trabajadores se afanan en puestos de trabajo, las instalaciones son modernas y limpias, pero el hospital no tiene pacientes. Cuando el Ministro, horrorizado, se lo expone al gerente, éste no consigue entender cuál es el problema. ¿Hospitales sin pacientes? El pasado 7 de mayo Pedro Sánchez afirmó en el Congreso que «en España no hay uranio», y punto. Con esto quería zanjar la discusión de las nucleares, que él se propone cerrar porque no las considera suficientemente verdes. ¿Cómo vamos a poner nucleares en España si no tenemos uranio? Peo no tener uranio, y aspirar a no tener nucleares, no impide que exista una empresa pública del uranio que desde 2018 ha ocupado sus puestos directivos con personas que, si bien no siempre tienen la formación ni experiencia en el sector energético, vienen equipados del carnet del PSOE. «Tener demasiados conocimientos también puede ser contraproducente» afirmó el pasado 11 de abril en el Congreso Pilar Lucio, ex diputada del PSOE y puesta por Sánchez en el Consejo de Seguridad Nuclear. No me digan que este episodio no merece estar en Yes, Minister con unas risas enlatadas. Luego la ministra del ramo ha tenido que reconocer que, bueno, en España hay uranio (es el segundo país con más reservas en Europa), pero no es uranio enriquecido, y hay que reconocer que esto es un problema similar a que las patatas no broten fritas ni los pollos emerjan del huevo al chilindrón. También, a pesar de que no somos precisamente punteros en Inteligencia Artificial, tenemos una Agencia Española de Supervisión de la Inteligencia Artificial, «responsable de garantizar el uso ético y seguro de la IA» y, posiblemente, de que no incluya tacos en sus respuestas. Pueden ver aquí la imponente estructura de esta Agencia cuyas funciones son, en el mejor de los casos, difusas: https://aesia.digital.gob.es/es/estructura-organizativa.
Ahora tenemos que estar atentos al nuevo episodio que se desarrolla en Extremadura, un descacharrante juego de ceses y movimientos en las listas electorales para propiciar el aforamiento de Miguel Ángel Gallardo, secretario general del PSOE de la región que (según todos los indicios) facilitó un empleo virtual al hermano de Sánchez. En la última escena que he podido ver al escribir estas líneas, una de las diputadas desplazadas para hacer sitio a Gallardo (su peinado encaja perfectamente en la estética ochentera de Yes, Minister) ha aterrizado en la subdelegación del gobierno en Extremadura y se ha encontrado con la oposición de la actual ocupante. El momento es apasionante y todo parece indicar que esta trama podría justificar por sí sola un spin-off de la serie: Yes, Subdelegate. En fin, que el epilogo del sanchismo podría escribirlo Gila: nos habéis desmontado el país, pero lo que nos hemos reído…
Un comentario
La pregunta es: todavía les queda alguno sin colocar?