Cada 25 de noviembre, Día Internacional para la erradicación de la violencia contra la mujer, nos recuerda que en nuestro país y en el mundo entero miles de mujeres son asesinadas, golpeadas, amenazadas, coaccionadas, vejadas y perseguidas por quienes un día fueron sus parejas o exparejas.
Cada víctima de esta lacra social es una familia entera viviendo un infierno cotidiano. Si esto no conmueve, si esto no empuja a actuar con seriedad, entonces algo está gravemente roto en nuestra conciencia colectiva.
Cada 25-N asistimos al mismo ritual: discursos conmocionados, lazos morados, minutos de silencio, las condenas de rigor y las manifestaciones con batucada. Pero es preciso avanzar y pasar por encima de la retórica y el postureo.
Lo que se necesita es acción real. Protocolos que funcionen. Jueces y fiscales con preparación específica. Equipos de atención reforzados. Policía suficiente
Lo que se necesita es acción real. Protocolos que funcionen. Jueces y fiscales con preparación específica. Equipos de atención reforzados. Policía suficiente. Seguimiento estricto de casos con denuncia previa. Y recursos —recursos de verdad— para proteger a las mujeres y a sus hijos, que son víctimas colaterales pero no invisibles.
Es incomprensible que en un país europeo, en pleno siglo XXI, todavía haya mujeres que tengan que elegir entre denunciar o sobrevivir. Que sigan existiendo órdenes de alejamiento que no se controlan. Que haya pulseras telemáticas que no funcionan correctamente. Que haya mujeres que no se atreven a denunciar por puro pánico a su agresor. Que se produzcan asesinatos después de que la víctima hubiese pedido ayuda.
Y también hay que decirlo: no se combate este problema reduciéndolo a trincheras ideológicas ni utilizándolo como arma arrojadiza contra el adversario político. El machismo criminal —porque es criminal— no es patrimonio de ninguna sigla. La respuesta debe ser un pacto serio, estable, leal y blindado a los vaivenes políticos. Porque no hay nada más miserable que intentar sacar rédito político de un drama humano.
Este 25-N no debería ser el de las lágrimas ni frases hechas. Debe ser el de la eficacia. Debe explicitarse voluntad para proteger y firmeza para castigar. Si de verdad queremos erradicar la violencia contra la mujer, el compromiso debe ser diario, constante y tangible. De lo contrario, el 25-N seguirá siendo solo un día en el calendario, y esa sería la peor derrota.





