A las puertas de una Semana Santa de duras restricciones a la movilidad, el sector turístico da por bueno el mensaje de “sacrificamos estos 4 días por asegurar un verano de normalidad”. Un sacrificio más que imponen las autoridades a ciudadanos, trabajadores y empresarios. Dicen que puede ser el último esfuerzo. El último tras 13 meses de dura condena sanitaria, social y económica.
Si hasta ahora hemos sido nosotros los que hemos puesto todo el esfuerzo, bueno será reclamar a las administraciones que al día siguiente del Lunes de Pascua se esfuercen ellos en favor de todos los damnificados, dado que hasta la fecha no se han visto resultados.
Al Govern de Francina Armengol se le puede exigir, por ejemplo, que para el día 27 de marzo (cae en sábado) saque un par de billetes de avión y noche de hotel en Barcelona para su vicepresidente Iago Negueruela y la directora de Turismo del Govern. Bien le iría al ocio nocturno de las islas (tan potente en Ibiza y tan duramente tratado en Mallorca) que alguien del Govern asistiera a la interesantísima prueba piloto que tendrá lugar ese día en el mítico Palau Sant Jordi: un macroconcierto (el primero en un año en España) para 5.000 personas sin distancia de seguridad pero cumpliendo otras medidas como la mascarilla obligatoria, test de antígenos previo con resultado negativo, control de temperatura corporal en los accesos, identificación de todos y cada uno de los asistentes, y servicio de gel hidroalcohólico.
Desde mi punto de vista, puede ser la gran prueba de fuego. Y lo será tras el exitoso experimento de hace unos meses, también en Barcelona, con medidas similares pero para 500 personas.
5.000 personas en el Palau Sant Jordi viene a ser un 40 por ciento de su capacidad para este tipo de eventos.
Asistir le iría muy bien al Govern porque tras Semana Santa y pensando en el verano tendrá que regular la vuelta del ocio nocturno a las islas, un sector de la cadena de valor que lleva cerrado desde octubre del 2019, y sin ayudas de ningún tipo. El castigo más largo de toda la actividad económica de las islas.
Hay que poner el foco en cuantas pruebas y experimentos se realicen porque las islas sin ocio nocturno pierden uno de sus grandes atractivos. Un ocio nocturno que debe apuntarse a la calidad, a las buenas prácticas, y a las nuevas normas sanitarias.
Se sugiere al Govern que esté atento, pero también a los propios empresarios del ocio de las islas. Si sale bien lo del Sant Jordi, habrá que ir preparando los establecimientos y a los empleados. Si el resultado es positivo, habría que ir preparando el ‘3 en 1’ para desatascar las puertas tanto tiempo cerradas.
¿Por qué debe el Govern tomar la iniciativa?. Pues porque ya es público y notorio que las autoridades autonómicas no tienen interlocutor válido en el sector. No lo tienen en Mallorca con ABONE con quien se ha cultivado una desconfianza mutua que impide la interlocución. El caso de Ibiza es distinto. Allí de hecho ya hay salas anunciando por fascículos los puntos álgidos de su calendario de eventos para 2021. Algo que nadie se atreve a hacer hoy en Mallorca por falta de comunicación con la Conselleria de Turisme.
Bien haría el conseller Negueruela en cambiar la dinámica de no interlocución con el sector del ocio nocturno. Hay varias fórmulas y algo debe cambiar: los actuales interlocutores igual no valen. Sea cual sea la solución, le tocará mover ficha al Govern porque el ocio nocturno no puede quedar ‘out’ también en 2021.