Desde el 1 de enero hasta el 1 de agosto de 2025, las Islas Baleares han registrado 41 episodios de incendio o conato, que han devorado 22,52 hectáreas de terreno. De esa superficie, 17,31 hectáreas sólo en Mallorca, 2,01 en Ibiza y 3,20 en Menorca; Formentera no ha sufrido ningún fuego. Aunque estas cifras son modestas comparadas con los episodios que se están registrando en otros territorios del país, no es prudente despreciar el asunto: cada punto, por pequeño que sea, cuenta cuando se habla de ecosistemas frágiles y de valores paisajísticos únicos, como son los de las Islas.
La proporción de zona -tanto arbolada como no- que se ha visto afectada es reveladora: 19,81 hectáreas sin árboles frente a 2,71 de masa forestal. Esto pone de manifiesto que muchos conatos se atribuyen a actividades agrícolas o negligencias humanas en zonas peri‑urbanas, donde la vegetación seca arde con facilidad.
El periodo de riesgo climático en Baleares se extiende entre el 1 de mayo y el 15 de octubre, época en la que está prohibido encender fuego en el bosque y a menos de 50 metros de éste. Entre 50 y 500 metros se requiere autorización expresa. Sin embargo, estas restricciones sólo valen si se aplican con rigor y se traducen en vigilancia efectiva.
Más allá de restricciones, la prevención exige una estrategia dual: acciones ciudadanas responsables y administraciones activas y proactivas. Por parte del Gobierno balear, resulta alentador que se financien más de 580 hectáreas de actuaciones preventivas, con ayudas por más de 3,5 millones de euros para propietarios forestales, y otros 3,3 millones del impuesto de turismo sostenible destinados a infraestructuras preventivas como depósitos y fajas, además de proyectos de biomasa forestal.
La mejor extinción es la prevención. gobiernos y sociedad civil tienen la responsabilidad de actuar con anticipación, coordinación y el objetivo claro de que las llamas no sean nuestra herencia
Sin embargo, las cifras por sí solas no son suficientes. Necesitamos una cultura del terreno limpio, cosechadoras que no generen chispas sin control, maquinaria agrícola operada con criterio en zonas sensibles, y campañas informativas eficaces que lleguen a todos los rincones: desde el agricultor hasta el turista que fuma en la costa.
Los ciudadanos deben adoptar medidas tan sencillas como no arrojar colillas al terreno seco, respetar las prohibiciones legales, colaborar en zonas rurales con limpiezas y cortafuegos, y denunciar negligencias. Sólo así el monte dejará de ser combustible y pasará a ser un paisaje protegido.
Y es que cada hectárea salvada es vida, biodiversidad y memoria colectiva. Baleares no puede permitirse repetir las tragedias de verano en otros territorios de España, o rememorar la tragedia que hace 13 años calcinó casi 2.500 hectáreas en el gran incendio de la Serra de Tramuntana. La mejor extinción es la prevención. gobiernos y sociedad civil tienen la responsabilidad de actuar con anticipación, coordinación y el objetivo claro de que las llamas no sean nuestra herencia.





