Sí, el sábado arranca el campeonato de segunda división más largo de Europa, posiblemente del mundo, y también el más pesado. Ni la Federación Española de Fútbol ni la Liga de Fútbol Profesional se han esforzado lo más mínimo para reducir la competición al número competidores más lógicos, devolviéndola a su dimensión previa a la bajada de pantalones de Felipe González, Gómez Navarro y Rafael Cortés Elvira para evitar el descenso administrativo del Sevilla y el Celta. Y conste que ya ha llovido desde entonces.
Entre las misiones de Javier Tebas, que como presidente de la patronal del fútbol percibe un salario de 447.868, 54 euros anuales, no figura la de adecuar a la realidad el número de miembros de la Liga, porque su preocupación es negociar, a ser posible con Mediapro, el dinero de las televisiones sin perjudicar a los grandes pero, esencialmente, al Madrid y el Barça que, potencialmente, son los que podrían echarle de su asiento.
No es el único asunto que no requiere su atención. Tampoco se ha fijado en que el Mallorca incumple la Ley de Transparencia al no publicar en su página web los presupuestos de cada temporada y las cuentas anuales. El último balance que figura a disposición del público es el de fecha de 31 de diciembre de 2014. El auditor reflejó entonces que el club se encontraba en causa de disolución, igual que ocurrió al solicitar concurso de acreedores, pero que el consejo de administración aprobó una ampliación de capital de dos millones. Y no hay más información.
En esta tesitura colegimos que la inyección económica practicada por Robert Sarver no ha servido más que para poner un parche cuyos efectos y duración están por ver. O no, porque aquí nadie deja ver nada. A lo sumo que cada cual entrevea lo que pueda, si no está sordo o ciego.
