A ver si Aznar tenía razón

José María Aznar debe de estar riéndose para sus adentros. “Veis como es mejor digitar el sucesor… si al final me tendréis que dar la razón” debe de estar pensando ante el espectáculo que se está dando estas semanas con motivo de las elecciones presidenciales del Partido Popular, y el resquebrajo que el proceso puede acarrear en un futuro próximo.

Ha habido muchos procesos de democracia interna en las últimas décadas. Algunos de sinceros y otros que no eran más que un disfraz de una democracia a la búlgara. No obstante, creo que ninguno de los acaecidos ha sido tan telenovelesco como el de los populares. Sin el pegamento del poder, día sí día también somos espectadores de las puyas y acusaciones veladas que se lanzan los tres principales candidatos a ocupar el despacho principal de Génova, y, a la sazón, de La Moncloa.

Y es que la cosa no está nada clara si realizamos un frugal perfil de los candidatos. (Obviaremos José Ramon García-Hernández y a José Luis Bayo a por su escasa opción de victoria).

José Manuel García-Margallo puede consierarse una de las voces más autorizadas, y también el que ofrece un programa más novedoso. No ha tenido pelos en la lengua a la hora de realizar críticas sobre la política del Gobierno de cara al proceso independentista catalán, así como también a la prisión condicional de algunos políticos, lo que puede suponerle una pérdida de votos entre quienes no aceptan que no todo es blanco o negro.

Pablo Casado es el más joven y el que más avales ha presentado. Ofrece una imagen diferente a la casposa y de señorito mesetero que muestra Rafael Hernando. A favor tiene el ser una persona del aparato -lo que aporta ciertas ventajas- aunque el ‘Caso Master’ le puede explotar en la cara en cualquier momento, y muchos electores -que no afiliados y simpatizantes- temen elegir a una persona que no sea una opción de futuro, más sabiendo cómo ha funcionado el fuego amigo con Cifuentes.

María Dolores de Cospedal es la que parte con una ligera ventaja por el hecho de tener controlado tanto el aparato del partido en sí mismo como la estructura regional. Los puntos flacos que le achacan -la aparición del nombre de su esposo en los papeles de Bárcenas y las gloriosas aportaciones tipo “indemnización en diferido”- puede que no supongan el más mínimo problema de cara a los votantes.

Y por último Soraya Sáenz de Santamaría -quien puede llevarse los votos de Casado en caso de que éste quede eliminado en la primera vuelta-, destaca por su astucia, visión política (Catalunya ha sido su talón de Aquiles) y que no ha sido salpicada por ningún escándalo. Sin embargo, en las filas populares se suele premiar a los valientes, y en cuestiones del partido Sáenz de Santamaría no cuenta con esta medalla. De hecho, es vista más como una persona de Gobierno que de partido. Aunque, visto por otra parte, los conservadores tienen claro que a finales de julio más que elegir a su presidente van a elegir a su candidato para las próximas generales.

Ahora veremos si se confirman las apuestas y vemos una final entre Cospedal y Sáenz de Santamaría. Luego veremos el trasvase de votos entre candidaturas y cómo se integran -o no- vencedores y vencidos. La decisión está en manos de los 60.000 afiliados vivos y al corriente de pago con derecho a voto en las elecciones primarias.

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