A vueltas con el horario

A la polémica social que viene desarrollándose desde hace algún tiempo acerca de la conveniencia, o no, de cambiar nuestro horario oficial, que actualmente se ubica en el huso horario centroeuropeo, excepto Canarias, que significa una hora por delante del meridiano 0, el de Greenwich, se han sumado unos cuantos catedráticos y especialistas en física, en un sentido en general contrario al cambio.

Algunos de sus argumentos no parecen sólidos e, incluso, se antojan displicentes y despreciativos hacia los proponedores del cambio. Manifiestan que “los científicos están muy preocupados porque se está razonando sobre mapas planos, cuando la Tierra es redonda”. No sé si “todos” los científicos están tan preocupados por este hecho, pero, en cualquier caso, todos sabemos que la Tierra es esférica, y miremos un planisferio o un globo terrestre, España se encuentra geográficamente en el huso horario del meridiano de Greenwich, de acuerdo con el tiempo universal coordinado (UTC), que establece zonas (husos) horarios que abarcan 15 grados cada hora, esto es, 24 horas de un día en los 360 grados de la circunferencia terrestre.

También argumentan que aquí en el Mediterráneo hay más horas de luz que en el norte de Europa y que sería una animalada y un disparate cambiar la hora, que la gente continuaríamos haciendo lo mismo una hora más tarde. Que tenemos más horas de luz que en Reino Unido o en Alemania ya lo sabemos, aunque no seamos científicos, y eso no altera el que nos encontremos geográficamente donde estamos y el que retrasaríamos una hora nuestra rutina de vida para continuar viviendo igual en las mismas “horas nuevas” no es en absoluto inexorable.

Portugal y Marruecos tienen la misma cantidad de horas de luz que nosotros y su hora adaptada al huso horario de Greenwich, así que debe ser que sus gobernantes y sus ciudadanos viven en la animalada y el disparate.

Por supuesto que un cambio de hora por sí mismo no bastaría para cambiar nuestros hábitos y costumbres, ni para mejorar la conciliación familiar. Harían falta decisiones políticas y disposiciones legales que indujeran los necesarios cambios en la administración, las empresas, el comercio, la educación e incluso en la televisión.

El cambio de horario, retrasando el actual una hora, no sería tan problemático como se pretende por parte de sus detractores, puesto que ya estamos acostumbrados a adelantar y retrasar una hora el reloj dos veces al año. Bastaría con no cambiar al horario de verano por una sola vez en el mes de abril del año que se decida. Y sí puede tener consecuencias beneficiosas. Al amanecer y anochecer antes, podríamos introducir un cambio generalizado de avance en el inicio y en el cese de la actividad y progresar hacia un horario coordinado que permita mejorar la conciliación familiar. Y puesto que tenemos más horas de luz que los países más al norte, en los seis meses con horario verano aun tendríamos por la tarde tiempo suficiente para el ocio y la socialización. Además, todo el país tendría el mismo horario, incluyendo las Canarias.

La adopción de uno y otro horario es, en definitiva una decisión política y social y es perfectamente posible tener un horario que no se corresponda con el de la ubicación geográfica de un país, Islandia tiene el mismo horario que el Reino Unido cuando le correspondería una hora menos, pero la argumentación debe ser fundamentada y respetuosa, no desde posiciones desdeñosas de supuesta superioridad científica e intelectual.

Excepto los miembros la Flat Earth Society (Sociedad de la Tierra Plana) todos sabemos que la Tierra es esférica y que los mapas planos, con sus dos dimensiones, son una representación aproximada pero insuficiente de su superficie.

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