Cuando cayó la Armada Invencible, Felipe II dijo que sus naves no habían ido a luchar contra los elementos. Salvando las distancias, el Mallorca ayer lo hizo y su oficio le permitió sumar una victoria cuyo valor provisional estriba en distanciar de nuevo a seis puntos a su único perseguidor, el Villarreal B. La lluvia y el viento deslucían la matinal obligando a ambos contendientes a prescindir del juego combinativo y recurrir a desplazamientos largos para intentar sorprender o aprovechar algún error defensivo. No hubo centro del campo, apenas aparecían los medios y los charcos que moteaban la alfombra de Morvedre dificultaban todo malabarismo como los que, en el primer tiempo, intentó Ariday, la única referencia ofensiva de los suyos. El empate inicial que se mantuvo en el descanso auguraba un final parecido salvo que surgieran los detalles individuales. Y lo hicieron. Primero la acción aislada de Abdón que abría el marcador, después el plácido remate a la salida de un córner que restablecía la igualada en apenas cuatro minutos y, finalmente, el gol desde la esquina anotado por Bonilla que encontró en el soplo de Eolo su perfecto aliado. Un choque a pelotazos que resolvió mejor el equipo que, en pura teoría, debía estar menos preparado para practicarlos y que, por añadidura, tiró de experiencia para mantener su ventaja pese a la absurda expulsión de Marc Pedraza que dejó a sus compañeros en inferioridad durante veinte minutos.
En Son Malferit el Atlético Baleares no supo sacar partido de idéntica circunstancia ante el Valencia Mestalla. Un nuevo tropiezo del Atlético Baleares que le impide sacar la cabeza del descenso, que pone de manifiesto su segundo error en la elección de un entrenador limitado e inexperto cuyo fracaso se disfrazará durante la semana con el anuncio de algún fichaje más que, de confirmarse, tendrá que aportar bastante más que los anteriores.
El líder supo jugar con el barullo, el antepenúltimo ni por esas.
