Blatter desbancado, Infantini bajo lupa, Angel Villar detenido y Javier Tebas investigado por Hacienda. Si señor, el fútbol perdurará siempre porque a pesar de todo lo que se cuece el público no falla. Cuestión de fe ciega o válvula de escape. Mientras apenas se cierra una sola investigación sobre los partidos sospechosos de amaño, entre ellos el Valladolid-Mallorca de la temporada 2015-16, el espectáculo de la detención del presidente de la Federación Española de Fútbol dos días antes de su Asamblea Anual Ordinaria no cabe en el capítulo de las casualidades. O si.
La investigación en curso alcanza a la Federación Tinerfeña y, por si acaso, a la Balear, cuya Mutualidad era registrada por la Guardia Civil al mismo tiempo que la Ciudad del Fútbol en Madrid. Y, en efecto, el balompié español nunca ha sido la reserva espiritual de Occidente, tal como se ha pretendido desde los tiempos de Pablo Porta, pero no olvidemos que las constantes denuncias de antaño, casi exclusivas del admirado José María García, acabaron con el periodista a las puertas de la cárcel y sin ningún dirigente en el banquillo.
Dicen que la historia se repite, aunque la presente parece diferente a aquella. Todo ahora mismo cuelga del cartel de la presunción, pero hace demasiado tiempo que cualquier deporte en el que se maneja tanto dinero huele a podrido. A santo de qué sino tanto fondo de inversión en el accionariado de los clubs más importantes del mundo y el interés de la Fifa y la Uefa al incluir en sus reglamentos la renuncia expresa al amparo de cualquier tribunal civil o penal.
Sin prejuzgar a nada ni a nadie con la clara intención de no emitir juicios paralelos e incluso sentencias mediáticas más graves que las del telediario, podríamos superar escándalos mayúsculos solo con impedir la opacidad con que se manejan las sociedades anónimas deportivas. Y tenemos ejemplos muy cercanos.
