Tomo prestada la famosa frase que Hamlet escucha a su centinela Marcelo (“algo huele mal en Dinamarca”) antes de que apareciera el fantasma de su padre, rey de Dinamarca. Éste se hizo presente para informarle que acababa de ser asesinado por su hermano Claudio a fin de arrebatarle la corona y casarse con su madre.
El mal hedor se hace notar. Algo huele mal, muy mal, en Vox. Se empeñan en negarlo. Pero, tan fuerte es la contestación interna, incluso a la figura de Abascal, que éste no ha tenido más remedio que adelantar la asamblea general al 27 de enero, cuando estaba prevista para marzo. Las cosas se estaban enredando tanto, era tal el descontento, que urgía blindar su liderazgo y evitar un posible contrincante. Me temo que, cuando un líder es tan discutido internamente, como es el caso, todo puede volver a aflorar, más pronto que tarde. Las medidas exprés adoptadas ahora se revelarán poco eficaces y todo se interpretará, en tal caso, en el marco de un mal paso de Abascal, impulsado por su egoísta protagonismo.
El batacazo del 23-J pasado fue de los que hacen época: 33 diputados frente a los 52. No han sabido o no han podido explicarlo. El declive electoral fue mayúsculo: se esfumaron 19 escaños. La pérdida progresiva desde entonces en el número de afiliados han intentado silenciarla, pero ha sido un empeño inútil. Se han visto afectados en su prestigio por el goteo incesante de salidas. La última la semana pasada: Carla Toscano. Fue sonado el portazo del sector liberal, como Iván Espinosa de los Monteros, Juan Luis Steegmann, Rubén Manso o Victor Sánchez del Real. Incluso fue defenestrado Javier Ortega Smith, portavoz de Madrid, tras la tormentosa salida de Macarena Olona.
Aunque le moleste al medio de comunicación donde Vox encuentra un total apoyo mediático, es muy cierta la imagen, creada con su propia colaboración y en su contra: Los de Vox fueron los ingenuos útiles, que sirvieron para impulsar el voto del miedo a favor del Psoe en las pasadas elecciones generales. En consecuencia, hicieron posible de hecho, gracias a su incompetencia, altanería e ingenuidad, la destrucción de la verdadera alternativa a Sánchez. Solo han sido útiles para hacer “inelegible a la derecha española” (Albiac). Les guste o no, lo cierto es que sólo han propiciado y logrado dar continuidad a Sánchez. Fueron los grandes responsables de que Feijóo no se hiciese, aunque ganase en votos, con el Gobierno de la nación. ¡El colmo de un patriota! Seguiremos lamentando tan grave estropicio, aunque en Vox sigan, erre que erre con la misma cantinela, que consiste en ‘enfrentarse al PP’ (cfr. Editorial, MD).
Por si lo anterior no fuese suficiente, es palpable la ausencia de democracia interna en el partido. El ruido no cesa donde tienen algún protagonismo. Es el fruto maduro de un modelo de organización específico. Con Buxadé y Garriga, el tercer Vox se configuró al modo de una organización religiosa. Esto es, autoritaria y centralizada. El resto a obedecer y mostrar sumisión. Semejante propuesta organizativa no gusta ni a su propio electorado. Seguirá sin gustar y serán muchos quienes echen en falta la democracia interna y muestren, en consecuencia, su malestar. ¿Lo entenderán? Personalmente, lo dudo. Está en su ADN.
El modelo organizativo elegido, aunque se le hagan ciertos retoques en la inmediata asamblea general del 27 de enero, seguirá siendo muy similar al vigente ahora mismo. Creo que Vox continuará siendo pilotado por Garriga y Buxadé. Es decir, por dos dignos representantes del sector más integrista y confesional de Vox. En los tiempos que corren, y dada nuestra Constitución, un partido político ha de ser laico. “El Evangelio puede inspirar una visión del mundo y por ende mover el ánimo a crear una sociedad más justa, pero no puede traducirse directamente en artículos de ley,” (Claudio Magris, La historia no ha terminado. Ética, política, laicidad, Barcelona 2008, pág. 30). ¿Cuándo aprenderán este criterio y funcionarán en coherencia con el mismo? Me temo que para largo me lo fiais.
Dicho de otro modo, no puede ignorarse la procedencia del actual y futuro Secretario General y único Vicepresidente en el inmediato futuro. Miembro, no desmentido del Opus Dei, cuya señal de identidad es la pertenencia a un grupo que concibe el cristianismo como religión de creencias, que tanto tiene que ver con la situación de la misma Iglesia y en el que, por supuesto, la sumisión y la obediencia son piezas claves del sistema. No así la libertad de los hijos de Dios (la libertad del Evangelio) a la hora de decidir y responsabilizarse de la propia vida (autonomía). ¡Cuántas actitudes de Vox encuentran su explicación en semejante fundamentación religiosa!
El panorama electoral que se avecina no les es propicio. En Galicia, según los sondeos, seguirán sin rascar bola. En el País vasco no se pronostica su crecimiento y en Europa tampoco. Esperemos, no obstante, acontecimientos. Pero, el miedo ya lo llevan en el cuerpo.
En cualquier caso, Vox, dada su manifiesta confesionalidad católica, debería prestar más atención y revisar aspectos de su identidad política: su populismo. Francisco los ha calificado como ‘profetas de la desventura’, como ‘cantos de sirena que instrumentaliza las necesidades del pueblo proponiendo soluciones demasiado fáciles y apresuradas”, que les lleva a facilitar riesgos ciertos frente a la democracia. Nunca representarán alternativa alguna frente a Sánchez. Su papel se limita a impedir que lo sea el PP. Estamos apañados.