Alsacia y la Selva Negra

Hemos pasado unos días en Alsacia y en la Selva Negra, en el Land de Baden-Wurtemberg, a ambos lados del Rin, que hace frontera entre Francia y Alemania. Hicimos en coche una gran parte de la ruta de los vinos alsacianos, que recorre un gran número de pequeñas poblaciones, cuyos nombres, germánicos, suelen acabar en –heim, -wihr o -willer. Hermoso paisaje al pie de los Vosgos, con viñas por todas partes que incluso se encaraman hasta un cierto nivel de las laderas de las montañas, dejando paso después a bosques mixtos de coníferas y caducifolios.

En esta época la viña aun está en reposo y los árboles caducifolios apenas empiezan a mostrar los primeros asomos de yemas de hojas, pero a pesar de todo el escenario es muy bello. Es cierto que en los bosques se observa que las coníferas predominan sobre los caducifolios, resultado de la explotación forestal que prima la repoblación con pinos y abetos, en detrimento de las especies originales, pero no deja de ser reconfortante la contemplación de bosques tan extensos y espesos.

Colmar es la capital del vino alsaciano, con un centro histórico bien conservado, o reconstruido, de callejeo muy atractivo y con un muy interesante museo del vino alsaciano. En lo que respecta a la gastronomía, en mi humilde opinión, es mucho mejor la bebida que la comida. Muy buenos, algunos extraordinarios, vinos, especialmente los gewurztraminer y los riesling, buena cerveza e interesantes aguardientes, sobre todo el “eau-de-vie de framboise sauvage” y el marc de gewurztraminer. Los platos tradicionales alsacianos, en cambio, no son nada del otro mundo. La “chucrut garnie”, col fermentada agria con salchichas y tocino, las “flamenkueche”, especie de cocas con queso, cebolla y bacon, el “baeckeoffe”, especie de estofado de carne de ternera, cordero y cerdo, con patatas, zanahorias, cebolla y vino, cocido todo al horno en una terrina de barro tapada que queda más hervido que estofado y que no me entusiasmó. Mejor los riñones al pinot noir y el pollo al riesling. No tuve ocasión de probar la tripa a la alsaciana, cosa que me dolió, las tripas(callos) son uno de mis platos favoritros. En pescados ofrecen la lucioperca, que llaman sandre, y la carpa frita. Como no me entusiasman los peces de agua dulce y tenía muy pocos días, los dejé para la próxima ocasión. Sí es muy bueno el foie gras, el queso munster y magnífica la repostería y pastelería.
Hay unos cuantos restaurantes con estrellas Michelin en Alsacia donde, seguro, se come extraordinariamente bien, pero la economía no da más de sí y no pudimos visitar ninguno de ellos.
Acabamos el periplo alsaciano en la capital, Estrasburgo, que es también una de las capitales europeas. El centro histórico está bien conservado, con las típicas casas de entramado de madera, miradores, tejados muy inclinados y chimeneas. Fuimos, era obligado, a la zona de los edificios de las instituciones europeas. En el parlamento europeo no había sesión y no se podía entrar. Es un edificio impresionante, con un enorme estanque en la parte trasera en el que se refleja de noche cuando está iluminado. La controversia sobre el excesivo coste de mantener tres sedes del parlamento, Bruselas, Estrasburgo y la secretaría general en Luxemburgo, y la conveniencia de agrupar todo en una sola, aquí solo tiene una conclusión posible: que se unifique en Estrasburgo.

Tampoco pudimos visitar el edificio del Consejo de Europa, institución que agrupa a todos los estados europeos, excepto Bielorrusia, Kazajstán i el Vaticano, puesto que se considera que sus regímenes políticos no se corresponden con los principios de democracia, respeto a los derechos humanos e imperio de la ley. El Vaticano, en todo caso, sí es país observador. El edificio del Tribunal Europeo de los Derechos Humanos, vinculado al consejo, tiene también su sede en otro edificio cercano.

Frente a la entrada del edificio del Consejo de Europa, donde están los mástiles con las banderas de todos los países miembros, hay algunos paneles metálicos con informaciones relevantes sobre la institución, entre ellos uno que hace referencia a la Carta Europea de las Lenguas Minoritarias o Regionales, tratado firmado en 1992, en el que los estados reconocen que las lenguas minoritarias constituyen una riqueza europea y que poder utilizar esas lenguas tanto en el ámbito privado como en el público es un derecho imprescriptible y se comprometen a su protección y promoción, a fin de evitar su desaparición.

Como siempre, de la teoría a la práctica hay un largo trecho. La única presencia visible de la lengua alsaciana, un dialecto alemánico, que pudimos observar fue en la rotulación de las calles y no en todas partes. No escuchamos ni una sola palabra en alsaciano, ni siquiera en los pueblos más pequeños y rurales. En la televisión se anunciaba un canal en francés y alsaciano, pero siempre que pude sintonizarlo, por la noche en los hoteles, el idioma era el francés. Sí había un diario alsaciano con versión alemana, pero en alemán estándar. Hace unos meses en Provenza ya observamos algo parecido. La única presencia del provenzal (occitano) era en la rotulación de las calles. Está claro que Francia no pone demasiado empeño en la conservación de sus lenguas regionales.
En Alemania no tuvimos suerte con el tiempo. El día que teníamos para recorrer unas carreteras panorámicas cayó una niebla tan espesa que la visibilidad era solo de tres o cuatro metros. Así que tras una larga tortura de conducción a treinta kilómetros por hora enfilamos hacia Freiburg, la capital de Baden-Wurtemberg. El centro histórico, entrando por la Schwabentor, la Puerta de Suabia, está bien reconstruido, con tenacidad germánica. Visitamos la catedral y un mercado en la plaza.

El último día salió el sol y fuimos al Titisee, un lago cercano a Freiburg. Pudimos observar los espesos bosques de abetos, origen del nombre Selva Negra, porque casi no dejan pasar la luz del sol, que no pudimos ver el día anterior por la niebla. En el lago, una típica zona turística, me llamó poderosamente la atención una tienda de verduras y frutas, por el hecho de que las fresas de Huelva iban más baratas que en los mercados de aquí en Mallorca y las terrinas de arándanos, también de Huelva, casi a mitad de precio que aquí. Me resulta sorprendente que unas frutas de Huelva estén más baratas en una zona turística de la Selva Negra alemana que en Mallorca.

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