La concejala de Función Pública y Gobierno Interior del Ayuntamiento de Palma entre 2015 y 2019, Aurora Jhardi (Som Palma/Podemos), declaró este miércoles ante la Sala de lo Civil y Penal del TSJIB, en el juicio que se sigue contra los investigadores del caso Cursach: el exmagistrado Manuel Penalva, el exfiscal Miguel Ángel Subirán y cuatro policías nacionales del Grupo de Blanqueo de Capitales, a propuesta de las defensas.
Sorprendió que, en un ejercicio de sinceridad, dirigiéndose a los acusados, dijese: “siento mucho que estéis aquí”. Más tarde se disculpó “por haberse excedido”. Esas palabras evidenciaron que la exedil colaboró estrechamente con los investigadores, ahora encausados, con no pocas reuniones con el fiscal y los agentes de Blanqueo, sobre aspectos relevantes de la investigación, pese a que estaba declarada secreta.
Sin embargo, lo más llamativo de su declaración fueron sus explicaciones sobre lo que calificó de “inexperiencia”, pues “hasta que no llevas un año o un año y medio, uno anda como pollo sin cabeza”. Esta confesión, franca y sincera, de algo que era evidente, nunca fue óbice para que los recién llegados a la política de la mano de Podemos, se mostrasen en público como seres superiores en aptitudes y conocimientos, que todo lo sabían mucho antes de llegar a Cort, y que nada se les escapaba porque no podían ser mejores. Ahora se ve que no sabían de nada, como pollos sin cabeza.
Eso que Aurora Jhardi, condenada por la Audiencia Provincial y por el TSJIB, como autora de un delito de prevaricación administrativa cometido contra el Grupo Cursach, ahora admite sin ambages, se puede decir de todos los recién llegados a las instituciones, cualesquiera que sean. Pero con mayor gravedad en organismos grandes, como grandes ayuntamientos, consellerias o ministerios, donde hasta que no se aprende cómo funcionan, no se está en disposición de hacer nada de provecho.
Este periodo de aprendizaje, cae a las espaldas de la ciudadanía, que sufre las consecuencias de decisiones adoptadas por “pollos sin cabeza” que, a menudo, ni siquiera atienden las indicaciones de los funcionarios con experiencia. Y si, al menos, se observase cierta humildad en los interesados, podría tolerarse. Pero en el caso de Jhardi y del resto de concejales de Podemos, todos recién aterrizados en la política, su actitud fue de máxima arrogancia. Y eso explica cómo terminaron, incluyendo a las ministras moradas en el Gobierno de coalición entre PSOE y Unidas Podemos. Pollos sin cabeza.