No es fácil que el aficionado del Mallorca sea optimista de forma regular. En parte, porque lleva muchos años encajando golpes. Por eso a poco de abrir la temporada, con una derrota ante el Valladolid y un empate simple ante Las Palmas, gran parte de la grada ha empezado a asumir que esta campaña no va a ser diferente. Dos rivales directos, un punto y la sensación de que competir al nivel de los grandes nombres de la categoría va a ser complicado.
Es un bajón en toda regla, por más que Karpin tenga la coartada de las lesiones, de la entrada de los nuevos jugadores o del eterno ruido que llega desde el palco. Ayer fueron 8.000, pero si el Mallorca no empieza a emitir señales de humo será difícil que en pleno invierno Son Moix proyecte algo más que frío y distancia.
El abonado se había agarrado este año a la cantera, a la mallorquinización y al cambio de accionariado, pero en algunos casos los movimientos han sido tibios y en otros no han llegado.





