Viva Galicia

Aunque los idiotas de Podemos se han pegado un bofetón de campeonato en Galicia y en el País Vasco (no quiero decir que sean idiotas todos los de este partido, sino que en él abundan votantes idiotas que sostienen incongruencias indefendibles como ser republicana y rendir pleitesía al rey de Marruecos; o ser feministas y defender culturas moras, o creerse muy de Vallecas viviendo en un chaletazo en Galapagar) y yo he recuperado algo de ánimo y fe en las gentes de España, confieso que esta semana me han entrado ganas de salir de todo este cibermundo y dedicarme otra vez a la escritura sosegada y libre de la que tanto disfruto.

Todo sucedió el otro día con una serie de irritados comentarios por parte de un “amigo” de Facebook acusándome de “falta de objetividad”. ¡Vaya por Dios!, pensé, no se me ocurre ningún foro más subjetivo y personal que un artículo de opinión firmado. Mi primera reacción fue ignorarle, opino que la mejor manera de poner en evidencia a alguien es simplemente dejar que se retrate, pero, en vez de hacer caso a mi primer instinto, argumenté mi posición y me dirigí a él directamente en un vano intento de comprender sus razones. “Un artículo no tiene por qué dar muestras de objetividad; no es más que un pedazo breve de prosa en la que el autor exprime su opinión en tono agudo y provocador y siempre refleja el punto de vista de quien escribe; jamás de quien lee” _ le dije parafraseando al articulista Jaume Santacana_ Mi furibundo “hater”, no contento con mi deferencia por explicarle lo que hago, pasó al insulto, la maledicencia y la mentira (típico, cuando no se tienen recursos intelectuales en los que apoyarse para defender la posición). “Bruja, mamporrera de la tecla, pepera apesebrada, fascista, prepotente y zorra” (esto último me lo envió por privado) esos fueron sus contundentes argumentos y añadió que mi “deber”, al tener una plataforma pública, era representar el pensamiento de todos. Le pedí que rectificara sus insultos y que demostrase sus acusaciones. Soy independiente ideológicamente y la única recompensa que obtengo de publicar aquí es el enriquecimiento intelectual que supone dar a conocer mis reflexiones y poder leer las opiniones de otros. El insultante individuo perseveró amenazándome con que “vendrían a por mi”… Me quedé atónita. Lo borré, lo bloqueé y luego, para colmo saltó el buenismo imperante de un “demócrata” que insinuó que mi actuación era censuradora al taparle la boca en mi página… lo censuré a él también. ¿Es elitista censurar a los maleducados? ¿Qué debía hacer? ¿tolerarle? ¿Prevalece su libertad de expresión o es exigible un mínimo de educada cortesía? Está claro que la educación y el respeto mínimo brillan por su ausencia. Me han contado que se llaman trolls y participan en los foros, blogs y redes sociales para desvirtuar el debate, soltar insolencias y desprestigiar a los inspiradores o cualquiera con algo de tirón por el simple placer de
amilanarlo y mermar esa presencia pública que hoy tiene cualquiera casi de manera gratuita. Aunque debía ser uno de los despistados porque ahora, en tiempos de COVID, lo que se lleva es denunciar en la sombra al disidente opinador y censurarte directamente bloqueándole en las redes…

En fin… después de toda la vida dedicada al periodismo con más o menos intensidad, jamás me había encontrado ante semejantes intentos de coacción. La presión sobre la libertad de expresión empieza a ser inaguantable pero sólo si no comulgas con el pensamiento único de los colectivos de la idiotez imperante. Es por eso que hoy, por vez primera, uso esa palabra “idiota” para definirlos, por supuesto desde el mismo respeto que estos personajillos extremistas y resentidos (que ocultan sus identidades) muestran por mis ideas. En fin, ánimo y viva Galicia.

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