Se había pedido por activa y por pasiva, pero no, las playas mallorquinas, especialmente las de Palma, han amanecido en el día de San Juan hechas de nuevo una auténtica porquería. La noticia no deja lugar a dudas: “Emaya retira 12,6 toneladas de residuos en la Nit de Sant Joan”, titulaba mallorcadiario.com. Algunos verán el vaso medio lleno con la apreciación de que se trata de “diez (toneladas) menos que el año pasado” y que por tanto ha habido muchas personas que han tenido a bien no dejar sus desechos sobre la arena, sin embargo, 12,6 toneladas no deja de ser una cantidad ingente de basura.
En serio, ¿Tanto cuesta llevar una bolsa de casa y meter ahí los restos de comida y envases y a la vuelta dejarla en los contenedores? ¿No creeis que el dinero en limpieza de las playas después de la noche de San Juan podría destinarse a otros quehaceres más importantes y necesarios? Me da mucho coraje que, mientras nos dedicamos a criticar todo cuanto acontece a nuestro alrededor, que si despiden al seleccionador, que si se acoge a seiscientos refugiados o se deja en libertad provisional a La Manada, no nos preocupamos de, en nuestra esfera personal, llevar una conducta ejemplar y responsable para con la sociedad (este párrafo por supuesto va dedicado a los guarros).
Y no sólo eso, dejar residuos en la playa no sólo es malo para el medioambiente y para el erario público, sino que además pone en peligro la seguridad de las personas. Y lo digo porque personalmente, bajo mi propio pie, me encontré este domingo con restos de velas de te que algunos desaprensivos habían dejado ‘olvidados’ en la arena. Es decir, que por suerte no me llevé un corte en la planta del pie.
Así es que, a ver si el año que viene no tiene que ser noticia las toneladas de residuos que los servicios de limpieza tienen que quitar de la playa, porque, puestos así, nos saldría mucho más barato (o incluso habría superávit) si se invirtiera en policías que se inflaran a poner multas a todos los guarros que se pasean por el mundo.





