Chapeau

A veces ocurre que cualquier situación, comentario, encuentro, lectura, que en un principio pueden parecer que carecen de importancia y de trascendencia, se convierten en destacadas. Así ocurrió esta mañana (por ayer viernes), cuando oí por la radio a un comentarista deportivo realzar la gran importancia que tenía que el presidente del real Madrid, equipo que, como es mundialmente sabido, se enfrenta hoy tarde al Atlético de Madrid, hubiera decidido desplazarse a Milán para presenciar en directo el partido y animar a su equipo. No le quito, ni mucho menos la importancia que tiene económica, social, humana, deportiva, propagandística la final de la Champions League 2016 del Estadio San Siro del día de hoy. Pero achacarle una tan grande importancia, al desplazamiento del presidente del Real Madrid me ha parecido un despropósito, una senza misura que es un término musical italiano que quiere decir sin medida, lo cual implica tocar sin pulso, o sea sin fundamento, insubsistente.
Pero lo que si hago, es quitarle importancia a lo que no tiene ninguna importancia ni ninguna trascendencia. Y miren por dónde, y por aquello de que una cosa lleva a la otra me he acordado de la novela “La insoportable levedad del ser”, del escritor checo Milan Kundera, publicada en 1984, clasificada a veces como filosófica, en contra de la propia opinión del autor, quien situó su novela más allá de la filosofía y la psicología, al tratar de encontrar la esencia existencial de los personajes.
Novela ambientada en Praga año 1968, trata de un hombre y sus dudas existenciales en torno a la vida en pareja, convertidas en conflictos sexuales y afectivos. La novela relata escenas de la vida cotidiana trazadas con un profundo sentido trascendental: la inutilidad de la existencia y la necesidad del eterno retorno de Nietzsche por el cual todo lo vivido ha de repetirse eternamente, solo que al volver lo hace de un modo diferente, ya no fugaz como ocurrió en el principio.
En pocas palabras y en roman paladino, término que acuñó Gonzalo de Berceo para referirse a la lengua que usaba el pueblo llano para comunicarse, en los tiempos en los que el latín estaba dejando paso a lo que hoy son las lenguas romances, la novela habla de la poca importancia, la escasa gravedad, la inconstancia de ánimo y la ligereza en las cosas, y como ocurre en el futbol, y en casi todos los deportes y muchas otras actividades humanas, lo vivido vuelve a repetirse y repetirse una y otra vez, tan fugaz o más de lo ocurrido en un principio.
El deporte, en España el futbol sobre todos los otros deportes, está emergiendo de nuevo, en la sociedad moderna como una institución de identificación colectiva, de iniciación social, de representación nacional y grupal y de relación entre los individuos. Las formas de ocio como actividad y como espectáculo, el compañerismo y la rivalidad, el éxito y el fracaso. El deporte interfiere plenamente en la vida cotidiana, influye en los procesos de socialización, determina una buena parte del tiempo libre y constituye un punto de referencia clave para los procesos de identificación social de mucha gente. En diversos países y de diversas maneras, los éxitos deportivos se convierten en auténticas demostraciones sociales, o incluso, en reivindicaciones populares.
El futbol da la posibilidad de construir universos alternativos (y más en momentos como los actuales de grave crisis económica, social y moral) a la realidad social y política a través de la hipercodificación de los mitos deportivos, o sea dándole más importancia de la que verdaderamente tiene. En diferentes y demasiadas ocasiones los éxitos deportivos de los atletas de élite se han utilizado para fortalecer la clase política dirigente y, en más de una ocasión, ha funcionado a favor de la propaganda de los líderes autoritarios y dictatoriales (Olimpiada de Berlín, 1936, o el régimen franquista).
Es en este contexto que quiero destacar la hombría, la valentía, la honestidad de un gran deportista y mejor persona: Andrés Iniesta Luján.
Futbolista, centrocampista y actual capitán del FC Barcelona, en una entrevista realizada en el año 2013, contestó al periodista que le trató de héroe: “¿Héroe? ¡Pero qué va! Me siento muy querido, es evidente. La afición me demuestra su cariño a cada paso. Pero un héroe es otra cosa. Héroes son los que luchan contra una enfermedad, o el que tiene que emigrar para dar de comer a sus hijos… Yo soy un privilegiado que juega al fútbol y que a veces tiene la suerte de hacer feliz a mucha gente metiendo un gol o dando un pase, ayudando a ganar un partido. Y eso es lo bueno de esta selección, que hemos dado un día de alegría a esos héroes anónimos sin muchas ocasiones para sonreír”. Lo dicho Iniesta, Chapeau.

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