Un repaso simple de la historia nos enseña que en cada país invadido por fuerzas ajenas se organizó una resistencia enfrentada al invasor y a sus colaboracionistas. El avance de los ejércitos de Hitler en Europa durante la segunda guerra mundial ha sido ejemplarizado en numerosas obras literarias y cinematográficas esencialmente centradas en Francia, Polonia y otras naciones ocupadas por las SS y el ejército teutón. Incluso en los campos de concentración hubo prisioneros que se alinearon con el poder y otros que lucharon secretamente contra la opresión.
Salvando las distancias y la trascendencia social y humana del asunto, el Real Mallorca SAD también es un club dominado por intereses más o menos ocultos procedentes del extranjero. Las debilidades internas siempre se aprecian desde fuera y no hay ratón que se resista a la superioridad de un gato. Los bárbaros derrotaron al mismísimo imperio romano debido a su degeneración, corrupción y pérdida de valores.
El mallorquinismo se ha rendido al conquistador que, como siempre ocurre, se apodera del territorio primero y del sentimiento después, aunque eso siempre le cuesta más si hay quien se enfrenta al sometimiento. Así hoy, el nuevo amo reside a miles de kilómetros, al otro lado ya no del Mediterráneo, sino del Atlántico y ha dejado al mando de la plaza a uno de sus oficiales venido, como él mismo, de más allá de la Serra de Tramontana.
Y aquí también hay colaboradores y resistentes. Cada uno, ya sea desde dentro o fuera, sabe perfectamente en cuál de los bandos milita o ha ejercido. Nadie, absolutamente nadie, se librará de su conciencia, sea lo que sea que depare el futuro.
