Con el vaso a medias

La Encuesta de Población Activa sigue aportando datos sensiblemente distintos a los referidos por las Oficinas Públicas de Empleo, pero convergentes en la tendencia positiva que se viene acentuando en los últimos meses. El saldo obtenido en el segundo trimestre de 2014, sin alcanzar el calificativo de “excelente” que le atribuyó el presidente del gobierno, es un resultado que induce a la esperanza y que representa una aceleración en la creación de empleo y en la tasa de actividad. Complicado papel tuvo que desempeñar Iago Negueruela, la sólida promesa que lidera la consejería de Trabajo, Comercio e Industria, al tener que reconocer la bondad de un avance positivo, pero todavía trufado de la pésima factura laboral de la que han acusado a sus antecesores, sin que todavía sepamos qué piensan hacer para que Baleares siga liderando las ratios nacionales favorables ni cómo mejorarán la calidad del empleo existente.

Es cierto que no se pueden lanzar las campanas al vuelo, ni debería el Partido Popular exteriorizar su entusiasmo sin reparar en que, al margen de la pérdida de poder adquisitivo provocado por la devaluación interna para la mayoría de asalariados, seguimos padeciendo unas tasas de desempleo demasiado elevadas para excederse en la complacencia. Tampoco debemos olvidar que, al margen de los más de cinco millones de parados, la precariedad y el exigente entorno de un puesto de trabajo actualmente son tan altos, al margen de la modalidad contractual, que causan frustración y rozan la indecencia.

En la otra cara de la moneda, y aunque el número de desocupados más que duplica los guarismos de hace una década (afectados especialmente por el incremento de la población activa en este periodo), se ha recortado en casi un millón de parados respecto de los que recogía la encuesta hace dos años y estamos casi al nivel del inicio de la legislatura. También se observa una reducción del número de familias sin ingresos y la creación de empleo afecta a todos los sectores y a casi todas las edades. Todo esto con crecimientos de la economía muy reducidos y que deben ir progresando paulatinamente, según  los indicadores y previsiones de la mayoría de organismos acreditados.

Llegado a este punto conviene reflexionar si creemos que éste es el camino correcto o si podemos propiciar un escenario más favorable para reducir el padecimiento de tantos españoles a los que no les basta el alivio de una solución venidera, porque precisan con urgencia salir de la desesperación. Convendría escuchar atentamente a quien proponga cualquier solución factible que promueva la creación de nuevos empleos y de mayor sostenibilidad, pero de momento solo se escuchan cantos de sirena y expresiones vehementes sobre lo que no va bien, pero nadie expone los remedios con los que afrontaría la situación. Al igual que el curandero que garantiza la sanación invocando soluciones mágicas, poniendo en peligro nuestra salud y nuestro bolsillo, no conviene ceder a la tentación de soluciones milagrosas que nos pueden devolver al furgón de cola y hacer inútil el sufrimiento de todos estos años. Aunque cueste trabajo admitirlo, por lo injusto y desigual del escenario que compartimos, solo el esfuerzo colectivo (administración, trabajadores y, especialmente, los empresarios), la perseverancia individual y la confianza del mundo financiero pueden garantizar que podamos ver el vaso menos vacío cada día y más prometedor nuestro futuro.

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