Seguimos esperando el día en el que nos gobierne alguien con la voluntad suficientemente firme para apartar la política del conocimiento de la historia. Para que, en colaboración con historiadores de prestigio, y en un clima puramente académico, se puedan analizar aspectos tan interesantes e importantes como los breves apuntes que hoy les traslado.
Siempre ha ocurrido que en las diversas conquistas de Mallorca, éstas se reducen a la toma de la capital. El resto de la isla se aviene a las nuevas circunstancias pagando siempre a los nuevos mandos según las necesidades y exigencias de éstos.
En la época de la conquista aragonesa la situación civil es muy similar a la de los tiempos del Obispo Severo de Menorca, allá por el siglo V, y la población de los campos es muy superior a la de los núcleos urbanos. El campo balear, salvo los castillos roqueros, apenas se apercibe de los cambios. Están avezados a tener que contribuir a los cuantiosos gastos de los mandos, siempre prácticamente en andanzas guerreras por las costas mediterráneas. La personalidad balear, sus costumbres y su lengua, así como sus tierras, quedan aparte de estas circunstancias exteriores. A partir de 1229 los campos baleares hubieran continuado en su tranquilo desarrollo natural, si Jaime I no hubiera tenido que agradecer las ayudas recibidas, con el “reparto” de la tierra mallorquina.
En el aspecto lingüístico, con la llegada de Jaime I la lengua balear ya es una realidad incuestionable, forjada durante 14 siglos de andadura propia, y que es perfectamente entendida por los conquistadores y pobladores catalanes, occitanos, italianos, castellanos, aragoneses... que también traen su propia lengua, produciéndose la fusión y la mezcla de las lenguas romances hermanas. De esta concordancia y entendimiento de conquistadores y conquistados tenemos el testimonio del mismo Rey Jaime en su Crónica Real. Cuando el Rey desembarca en el islote de Pantaleu un sarraceno llamado Alí de la Palomera se le acerca a nado. En la corta charla que tienen los dos, nos cuenta la Crónica, que el nativo se dirige al Rey Jaime en “son llatí”, es decir, en su lengua romance mallorquina. La aportación de nuevos pobladores y la permanencia de una lengua romance en Mallorca permite que Ramón Llull pueda usar la lengua mallorquina para las obras que escribe, y que en 1341 ya se documente la lengua de Mallorca como “loquitur ad modum maioricencem”.
El descubrimiento, hace diez años, en una biblioteca de Tinduf (Argelia) de un relato de la conquista de Jaime I de la mano del sarraceno valenciano Ibn Amira nos da un nuevo punto de vista de la empresa cristiana. Diversos autores aportan como conclusión de la lectura de “Kitab Tarih Mayurka” la clara incompatibilidad de la convivencia de los invasores sarracenos con los habitantes indígenas mallorquines y la no integración de los dos grupos.
Acudiendo a las fuentes históricas se deshacen fácilmente las teorías catalanistas de la limpieza étnica cristiana de 1229, y a poder afirmar que el único cambio profundo de la historia de nuestra tierra balear se da con la conquista romana de Quinto Cecilio Metelo.
Seguiremos trabajando, desde la sociedad civil, para que nuestra rica historia y cultura se conozcan, sin manipulaciones y tergiversaciones, acudiendo a las fuentes históricas, como pueden hacer para comprobar la veracidad de los datos que les he apuntado.