Consecuencias de una guerra comercial

Una guerra se sabe cómo empieza pero no cómo acaba. En toda guerra hay víctimas. En una al uso, las víctimas se cuentan en muertos y heridos. En una guerra comercial, como la anunciada por Trump, en víctimas laborales. Encarecer los precios implica menores ventas y despidos.

Más allá de Estados Unidos y la pronta respuesta de China, los efectos colaterales afectarán a prácticamente todo el planeta. La economía actual es global y no discrimina.

Y, como en toda guerra, todos pierden. Por mucho que los estadounidenses afirmen que China tiene más que perder porque vende más a Estados Unidos de lo que le compra.

Estados Unidos también importa. El año pasado fue el segundo país importador del mundo. Si le pagan con la misma moneda el efecto boomerang de sus acciones está asegurado. Es decir, el encarecimiento de sus productos se escampará y afectará a varios países. Se da la paradoja que ese encarecimiento puede afectar a materias primas que necesite Estados Unidos para la producción de sus propios productos.

¿Por qué establece aranceles un país? Los aranceles son un impuesto que encarece el precio de los bienes que entran en un territorio. El objetivo es hacer menos competitivas las importaciones y favorecer el tejido industrial interior.

En España tenemos un fracasado precedente. La autarquía o autosuficiencia económica puesta en marcha por Franco desde 1939 hasta 1959.

Las empresas estaban obligadas a adquirir sus inputs en mercados nacionales y era ahí donde colocaban su producción. El periodo autárquico en aquella situación se podía entender. Primero por la mentalidad del dictador con un sistema nacionalista e intervencionista. Segundo, por la falta de abastecimiento de productos básicos y no existir la posibilidad de ir a comprar fuera porque el mundo estaba en guerra. Tercero, España sufrían un aislamiento internacional: no participó en plan Marshall y se bloqueaban los intentos de exportaciones españolas. Se optó por el modelo ISI (Industrialización en sustitución de las Importaciones).

Pero, ¿por qué fracasó la autarquía? Las reducidas dimensiones de las empresas españolas no permitían alcanzar las economías de escala y las hacía ineficientes. Además, se encontraban obsoletas y no tenían acceso a la importación de bienes de equipo más modernos. El dictador no creía en la iniciativa privada y la falta de competencia tuvo como resultado productos de baja calidad y elevado precio. Además, la escasez de materias primas, requería de una dependencia del exterior. Consecuencias: alta inflación del 14%, reducido crecimiento del PIB y gran incertidumbre.

La autarquía es el Juan Palomo de la economía: yo me lo guiso y yo me lo como. El problema es que para guisar se necesita gas y electricidad y, en el caso español no teníamos o nos salía muy cara obtenerlos. Por tanto, había que importarlos del exterior. Verbo prohibido para los autárquicos. Además, el proceso de elaboración del alimento se hacía en un equipamiento obsoleto y el plato cocinado por Juan Palomo salió caro y era lento en su cocción.

Franco se dio cuenta de su error y corrigió. Los aperturistas, encabezados por el economista Joan Sardá i Dexeus, consiguieron convencer a los dirigentes de dentro y a los de fuera. Se dieron crecimientos espectaculares cuyos beneficiosos efectos conocemos como el “boom de los años 60”.

Hoy en día, el escenario es muy distinto. El mundo es global. Según el director general de la Organización Mundial de Comercio, esta guerra comercial puede detonar una recesión económica global.

Muchos son los indicios que llevan a pensar que estamos ante las puertas de una fuerte corrección económica a nivel mundial. Por ejemplo, que históricamente cada 10 o 12 años de crecimiento continuado en índices como el S&P500 se produce una corrección a nivel mundial. Otras señales de alarma son el aumento del valor de las materias primas a nivel mundial; el calentamiento del mercado inmobiliario, etc. Solo falta un detonante y el anuncio de Trump, secundado por China, tiene pinta de serlo.

España importa más que exporta. La mitad de lo que compra al exterior son productos energéticos como petróleo, gas y carbón y un 21% son bienes de equipo. Alimentos, bebidas y tabaco representan el 8%. Se muestra, por tanto, un país vulnerable a la subida de precios a la importación.

Una guerra comercial es, al fin y al cabo, una guerra. Sus consecuencias no son muertos pero sí parados y pobreza. Eso a nivel mundial puede ser una tragedia. Sobre todo cuando las familias aún no se han repuesto de la anterior crisis. Puede ser la constatación económica del efecto mariposa. Empiecen a ahorrar y guardar para el futuro. He aquí mi humilde consejo.

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