Constitución o Marxismo

Mi doble presidenta Francina Armengol ha abierto la caja de Pandora con su discurso ayer en el Congreso. Ella no tiene tantas luces como aparenta. Le han escrito lo que dijo y lo leyó sin habérselo leído antes. Era de esperar. Le tocaba a ella lanzar el brindis a Puigdemont y lo hizo con tanta gracia, que incluso el presidente de la plaza de toros, Pedro Sánchez, pidió a la banda taurina que interpretase del “España Cañí”. Escribo en clave de humor, para no ponerme a llorar de pena, rabia y miedo. La Constitución española de 1978 no es perfecta, pero muy avanzada a su tiempo y muy garantista de derechos y libertades. Lo que debe ser una Constitución. Hay que empezar a hablar de su reforma porque la sociedad española evoluciona tan rápido hacia un nuevo orden, que habrá que adaptar alguno de sus títulos y artículos para no quedarse atrás. Reformar, modernizar, adaptar, cambiar son verbos transitivos. Así, primero deberemos acordar quién propone el acto. Según la propia Constitución en su Título X, artículos 166/169, solo pueden hacerlo los máximos representantes del pueblo, pero no el pueblo. Es decir, que lo puede pedir, por ejemplo, el Gobierno que preside Pedro Sanchez. Lo tendría que votar el Congreso y el Senado, y en buena lid, debería consultarse al pueblo con un Referéndum. Después convocar elecciones, y sería el nuevo Parlamento el que volviese a refrendar su legitimidad. Es un proceso muy complejo, que se aprobó para que cualquier cambio fuese muy complicado y farragoso. Justamente, la Constitución dice que ningún ciudadano, puede pedir ese cambio. Y lo que ha dicho nuestra presidenta del Congreso es que se puede hacer porque lo pide Carles Puigdemont. Lo pide, para aprobar el presupuesto para Sánchez y para que los catalanes, que según Puigdemont son idiotas e incultos, se crean que él ha conseguido que España le conceda a “su”  Nació del Poble de Catalunya, la categoría que merece. Es decir, su estatus de Nación.

El problema que ha planteado el Gobierno de Sánchez es una de las más clásicas reivindicaciones de todos los marxistas del mundo. Hay que cambiar todas las Constituciones para implantar un nuevo tipo de Estado, basado en las teorías de Marx y de Engels. Es suma, el comunismo, en su nueva variante que pasará a la historia del mundo, con el nombre de Sanchismo. Ese es el dilema. Ese es el tema central de todo el debate. Hoy, que se están celebrando actos de conmemoración y respeto a la Constitución que nos dimos y votamos los españoles; hoy, afirmo, se nos pide que callemos, no miremos y no escuchemos a los que piden su continuidad. Sánchez nos dice, a través de la voz de mi presidenta Armengol, que cambie mi cultura democrática por la comunista, marxista, sanchista. Me piden que cambie el modelo de la nación española, a una nueva nación de naciones. Es decir, que volvamos 1000 años atrás, y que aquellos reinos cristianos, ahora Comunidades Autónomas, se reconviertan en las nuevas naciones españolas. Quieren que nos olvidemos de una de las máximas sociales europeas, dicha por Homero,  propuesta después de la II Guerra Mundial: La Unión hace la Fuerza. También es el principio del Manifiesto Comunista: Proletarios de todos los países, uníos. O sea, que quien que vayamos pa’trás, como los cangrejos. Yo aprobaría una reforma constitucional, si se prohibiese a los partidos políticos, candidaturas electorales, conferencias públicas y manifiestos o manifestaciones en las que se pidiese la anulación de la Constitución. Hoy, existen 6 partidos secesionistas en España. Son de Catalunya, País Vasco y Galicia. Dos son de derechas, y cuatro son de izquierdas. Y ese es el verdadero problema que hoy ha planteado el Gobierno de Pedro Sánchez.  O Constitución o Marxismo.