Por desgracia la corrupción no es patrimonio de la Derecha, sino inherente al ser humano desde la noche de los tiempos. Su notable incremento guarda relación directa con la disminución de valores ajenos al dinero, la propiedad y la imagen. Por perder hasta se ha olvidado aquel episodio del Evangelio en el que Jesús exclama a la muchedumbre enfebrecida ante una mujer condenada a lapidación: “quien esté limpio de culpa que tire la primera piedra” y aquí ya las tira hasta el macaco de la última fila.
En la esfera que nos ocupa, nadie en su sano juicio y deducción puede creer que el deporte profesional, desde el fútbol al baloncesto y pasando por el tenis, es la reserva espiritual del orbe. Ya veremos cómo termina el juicio del Levante-Zaragoza del 2011, ¡nada menos!, o el escándalo del Eldense-Barcelona B de la pasada temporada. Pero miren si esto es antiguo.
Yo firmé una noticia en la que di cuenta del soborno a un árbitro mallorquín de primera división, Diego Balaguer, del que el interesado nunca supo nada. Pero el dinero, que no era moco de pavo, correspondiente a un Las Palmas-Espanyol que ganaron los visitantes, se ingresó en una cuenta corriente del antiguo Banesto en la sucursal sita en la esquina de la calle Anselmo Clavé con la Plaza del Rosellón de Palma. Publiqué incluso el número de cuenta. El resultado fue el deseado por el comprador y nada ocurrió porque el colegiado, ignorante de la operación, no influyó en el marcador.
Pero puedo contar más, porque también conté como otro trencilla mallorquín Pascual Segura, se encontró un sobre con dinero en el asiento trasero de su taxi como voluntario “olvido” antes de un Calvo Sotelo-Barça B. Lo depositó en su Colegio y se devolvió a quien correspondiera. Tampoco pasó nada.
Y qué decir de la investigación sobre amaños en partidos de tenis que denunció la BBC y se quedó en agua de borrajas pese a la intervención e investigación de la mismísima y prestigiosa Scotland Yard. O le venta de los futbolistas del Mallorca que llevaban meses sin cobrar, ante el Mestalla cuya entrega se hizo e interceptó la policía en pleno Bar Cristal, en la plaza de España.
Distintos casos, diferentes tiempos y siempre las misas consecuencias: ninguna.