Palma vive este sábado un espectáculo sin precedentes. La hija del Rey declara ante el juez Castro con centenares y centenares de periodistas destacados en Vía Alemania. Nos encontramos en el pináculo del movimiento pendular de judicialización de la vida pública mallorquina que comenzó el 27 de noviembre del año 2006 con el estallido del caso Andratx y la detención del alcalde Eugenio Hidalgo.
Aquel proceso de denuncias, grilletes ante las cámaras, calabozos y cárcel adquirió ritmo vertiginoso a partir de marzo del 2008, cuando pocos días después de la victoria electoral de Zapatero saltó a la palestra es terremoto de Rodrigo de Santos en Casa Alfredo. Los años posteriores fueron un frenesí judicial imparable. El juez Castro se centró en el caso Palma Arena, que tenía a Matas como objetivo fundamental. Pero que de momento se ha desviado en una de sus ramificaciones más electrizantes hacia la hija del Rey, su marido, su instituto Nóos, su empresa Aizoon y su palacete de Pedralbes.
El proceso de Andratx, iniciado sólo medio año antes de las elecciones autonómicas que expulsaron a Matas del poder y lo empujaron al calvario de los banquillos, tuvo en los los años posteriores una sucesión continua y constante de explosiones en cadena que se han traducido en condenas, en encarcelamientos y en la desaparición de un partido, Unión Mallorquina, cuya presidenta está ahora en la cárcel al igual que parte de la cúpula de la formación.
Tanto éxtasis imputativo llega hoy a su punto álgido con la declaración de Cristina de Borbón y Grecia. En este caso el Estado está movilizado. El despliegue policial marca época, incluídos helicópteros que surcan el cielo de Palma. La ciudad está tomada. Además, ni el fiscal ve indicios penales en Cristina, ni tampoco los la Abogacía de la Comunitat Autònoma, ni la Abogacía del Estado, ni los técnicos de Hacienda. Y eso que el caso Nóos se ha pillado el origen del dinero, los tejemanejes y hasta el palacete de Pedralbes. No le falta ningún condimento a este guiso, Pero imputar a la hija del Rey pone a la cúpula del Estado en peligro y es lógica su reacción de autodefensa.
Vistos los antecedentes, todo apunta a que nos encontramos en un punto de inflexión. Es imposible elevar más alto el globo mediático. Es imposible llegar subir más el nivel de responsabilidades imputables. Además, están cambiando las tornas. Lo que con otros eran y son fortísimas acusaciones y peticiones de cárcel, en el caso de Cristina es bálsamo, comprensión y sentido institucional. Las alturas dan vértigo y producen sensación y deseo de volver a estar bien asentados con los pies en el suelo.
A partir de ahora, el soufflé iniciado el 2006 habrá de ir bajando por su propio peso. Esta sociedad está saturada de escándalos envueltos en tormentas mediáticas. La sociedad anhela normalidad y calma. Ya tiene suficientes problemas a causa de la crisis para encima tener que soportar cataclismos impropios de una sociedad madura y equilibrada.
La inflexión que principia este sábado con Cristina ha de ser el inicio del camino hacia la normalidad. Al fin y al cabo, los que pensaron que azuzando escándalos podrían obtener réditos políticos han comprobado que, a la larga, se generan pocos beneficios y, para colmo y si se pisa demasiado el acelerador, se pone a lo más florido del Estado contra las cuerdas. Y cuando eso pasa sólo hay dos caminos: o la inflexión o el caos.





