El rey Felipe VI cumplió 50 años este martes. El aniversario ha venido acompañado con una destaca presencia del monarca en actos públicos e institucionales. El mismo martes celebraba la entrega del Toisón de Oro a la princesa Leonor, heredera al trono, en un acto al que asistieron las más altas instancias del país; este miércoles encabezaba la recepción anual al cuerpo diplomático, con mensaje político incluido acerca de la crisis catalana; y el fin de semana último, la Casa Real hacía público un video de más de una hora con imágenes inéditas de la vida cotidiana del monarca y su familia.
El cumpleaños ha servido para poner en primera línea de la actualidad la figura de Felipe VI, transcurridos casi cuatro años desde su coronación, y después de unos meses en que la figura se ha visto cuestionada por su posicionamiento en torno a la crisis catalana. Como toda institución pública, es lógico pensar que el monarca sabe que sus actos y opiniones pueden ser objeto de críticas, ya provengan de partidos políticos o de particulares, máxime cuando determinados sectores se confiesan abiertamente republicanos.
Todos los sentimientos e ideologías políticas son respetables cuando se hallan enmarcados en un contexto de convivencia democrática, como ocurre en España. Y esa tolerancia debe ser correspondida, cuando menos, con una actitud que, pudiendo ser crítica, sea al menos respetuosa. El portavoz de Més per Mallorca, David Abril, hablando en nombre del segundo partido que conforma el Govern balear, faltó este miércoles a esta premisa. Abril, que le guste o no, forma parte de las instituciones, anunció que su formación se desmarca "por dignidad" de las felicitaciones a Felipe VI y calificó de "artificiosa" la manera en que estos días se ha presentado la figura del monarca y la de su familia, "como si fueran unos santos". Destiló otras lindezas y llegó a criticar que el Rey acudiera al foro de Davos, "rebasando sus competencias".
Las formas de Abril no sorprenden, pues nos tiene acostumbrados a llevar al extremo la escenificación de sus opiniones. Representa como pocos a aquellos que quieren convertir Marivent en un 'casal' de barrio por el mero hecho de que dejaría de ser residencia real. Es una visión tan mezquina como infructuosa que nada tiene que ver con una expresión argumentada y serena del mejor republicanismo.





