Es preciso ser muy desahogado para presentar en todo un salón de plenos de Cort una edición más del venido a menos Trofeo Ciudad de Palma. Pase que al neófito alcalde Noguera le cuelen un gol por la escuadra y que el pase lo dé la edil Susana Moll, presidente del Institut Municipal de l’Esport, pero que Maheta Molango se ponga la chaqueta para semejante pantomima solo guarda proporción con su ignorancia en la materia.
Real Madrid, Barcelona, Atlético de Madrid, Betis, Valencia, San Lorenzo de Almagro, Inter de Porto Alegre, Flamengo, Stal MIelec, la Selección de Argelia, Austria de Viena, Udinese, son solo algunos de los equipos españoles e internacionales que han pasado por un torneo cuyo trofeo al ganador era elaborado por artistas de la orfebrería cordobesa. Hacerse la foto con una copa adquirida en la tienda de la esquina y un “apasionante” choque contra un filial que milita circunstancialmente en segunda división, excede el ridículo para caer en lo patético. Nada nuevo bajo el sol de este neo Mallorca que no tiene ninguna relación con el que fue salvo el nombre, explotado ahora por especuladores extranjeros.
Claro que si sus ejecutivos se ufanan por alcanzar, según datos que ellos mismos facilitan, la cifra de siete mil abonados, dejando fuera a quienes proceden de la grada este y obligándoles a ubicarse en la del norte del estadio, sin más explicación que el cierre de la mitad del aforo de Son Moix, se puede esperar cualquier cosa; pero antes una bofetada que una palmadita en la espalda. Eso después de dilapidar el capital y descender al equipo, imagínense si algún día cambian los resultados. Nada fácil por otra parte.
No es que los dueños y sus ejecutivos desprecien a la afición que se deja humillar, sino que se ríen de ella en sus propias barbas. Ya solo falta retirar el noventa por ciento de los pupitres de prensa, sobrarán cronistas, para acoger al menos a un centenar de los socios rechazados.





