Este digital lleva días reproduciendo algunas de las más sonadas barbaridades que cometen nuestros europróceres en Bruselas: que si cobran por no ir al pleno, que si les pagamos entre todos la Viagra de ellos y de sus compañeros, que si tienen derecho a quince días en un spa con todo pagado, etcétera. Europa es un proyecto absolutamente fantástico, defendible y respetable, un proyecto que si no se hubiera puesto en marcha habría que inventarlo. Sin embargo, que la idea básica esté bien no significa que todo allí sea ejemplar. Nuestros eurodiputados necesitan un repaso muy serio: los actos de picaresca y abuso que se han venido denunciando encajan con otras denuncias que llevan tiempo sobre la mesa, por ejemplo, que hace ya diez años que el Tribunal de Cuentas rechaza validar los gastos de la Comisión, sin que nadie adopte medidas. O que el rumor de corruptelas entre los altos funcionarios sea algo muy extendido. La inexistencia de una prensa europea, de una cultura de control hacia Bruselas, puede conducir a estas instituciones a que sean como el COI, la ONU y otros organismos sobre los que ni hay control ni hay una opinión pública censora.





