Si Puigdemont hubiese convocado elecciones para el próximo mes de diciembre, y se hubiese paralizado la aplicación del 155, el resultado electoral seguramente no tendría nada que ver con el resultado de las elecciones convocadas desde Madrid.
La consulta efectuada desde Catalunya hubiera sido equivalente a la pregunta planteada en el referéndum de octubre: ¿Independencia o no Independencia? y el voto hubiera oscilado entre estas dos opciones, de tal forma que probablemente se hubiera movilizado el voto de los indecisos y de los menos partidarios de la República sin extremismos y fobias. Estoy convencida de que el resultado de las elecciones hubiera sido similar al de un referéndum inicial pactado con el Estado Español, es decir, se habría movilizado mayor número de votantes y al final la respuesta habría sido “no” a proceso independentista.
Pero la situación cambia radicalmente desde el momento en que es el Estado Español el que ha convocado esas elecciones, porque lo ha hecho desde la prepotencia, la arrogancia que irroga el poder después de demasiados años de ostentarlo. Rajoy y los suyos se han equivocado de nuevo, su estrategia jurídica (minuciosamente diseñada), no podrá evitar al final que el proceso independentista obligue a quienes no quieren, a sentarse de una vez por todas en una mesa de dialogo.
La elecciones convocadas con el peso del articulo 155 como espada de Damocles sobre las cabezas de los catalanes han soliviantado todavía más los ánimos, y la pregunta que van a responder, cuando depositen su voto en las urnas en diciembre, no será un si o no a la independencia, sino un rotundo “no” a la invasión barbara de sus instituciones, a la intervención en definitiva, de su Autonomía.
Y es ahí, del resultado de esas elecciones en las que se puede prever una participación extraordinaria, donde se pondrá en evidencia ante Europa y ante el resto del mundo, que no hacían falta ponernos en evidencia de esta forma para tener que acabar haciendo algo tan simple como hablar y dialogar, y ser conscientes de que la sociedad cambia y de que hay que escuchar y adaptar las reglas del juego, por muy democráticas que sean, a las necesidades de cada momento.
Todo dependía de quien y en que momento convocara esas elecciones, ha sido en definitiva cuestión de horas y de estrategia.





