Madrid ha decidido presentar su candidatura a los Juegos Olímpicos de 2020. En medio de la crisis económica más profunda de los tiempos recientes, Madrid, unos de los ayuntamientos más endeudados de España, ha decidido proponerse nuevamente para organizar este evento, tras haber fracasado en los dos últimos intentos. Inmediatamente, es decir en cuestión de minutos, el Gobierno central, la Comunidad Autónoma y hasta el partido en el que milita Gallardón, se alienaron tras él, aplaudiendo la decisión. ¿Se tiene o no se tiene que competir por estas Olimpiadas en un momento de profunda crisis económica? A mí, como a muchas otras personas, nos choca profundamente que sea razonable emprender este camino hoy, con el paro que tenemos, con la situación general que vivimos. Pero, sin embargo, aquí ya hemos tomado una decisión sin que nadie haya visto un número. ¿Qué nos va a costar organizar los Juegos si ganamos? ¿Qué nos va a costar la candidatura si perdemos? ¿Qué beneficios tendríamos si ganamos? ¿Qué nos aportaría perder? En el más puro estilo español, aquí las decisiones se toman a ojo. Si existe un estudio serio de coste-beneficio, debería haberse publicado, comentado, aportado para su análisis. Tenemos que creer al alcalde cuando nos dice que esto no va a costar “mucho” dinero porque las infraestructuras ya están hechas. Y tenemos que creer a su segundo cuando nos dice que esto va a crear empleo, pese a que, contradiciendo de alguna manera el argumento anterior, las instalaciones ya están construidas. Sería interesante que este tipo de decisiones se hicieran evaluando números. Los impulsos, las llamadas a la unidad, la solidaridad y todo eso no deberían ser las mejores consejeras para adoptar acuerdos que pueden suponer tanto gasto.
Actualidad