El Rey reina, pero no gobierna. Sin embargo, cualquier cambio supone esperanza e ilusión. Muchos han querido ver en la figura del nuevo rey un revulsivo a esta desoladora situación nacional. Puede ser que una figura diferente, que no nueva, pueda servir de algo. Quién sabe.
Muchos claman por un referéndum dónde podamos elegir al jefe de Estado, aunque otros tantos se conforman con seguir con lo conocido, con la tranquilidad que supone la continuidad de la costumbre.
Debemos dar paso a una generación que pide paso, merece su lugar. La frase fue buena, la intención puede que también, la realidad es más de lo mismo. Juan Carlos I sólo podía ofrecernos esto. Y según el papa Francisco, la diferencia entre protocolo y terrorismo es la capacidad de negociación que ofrece el terrorismo. Duro, y puede que cierto.
La monarquía es una institución anacrónica, anticuada e incomprensible.
Por muchos argumentos que la defiendan, algunos incluso pueden justificarse, vulnera el derecho principal: todos los seres humanos somos iguales. Deberíamos tener los mismos derechos y deberes.
Este principio lo defiende la democracia y todos los representantes democráticos, aquéllos a los que sí elegimos libremente, en las urnas.
Impresiona pensar que hay una niña, Princesa de Asturias, que no podrá elegir su futuro, que ya está escrito. De acuerdo, no es un mal futuro. No pasará hambre, tendrá una educación excelente, de calidad; habla idiomas, viaja sin emigrar. Como niña tendrá todo aquello que no pueden tener todos nuestros hijos.
En esta democracia, en esta libertad de elección, vemos cómo la desigualdad campa a sus anchas, como la corrupción reina y gobierna, cómo la descalificación mutua son los argumentos esgrimidos entre unos y otros para auparse, cómo se asustan ante las exigencias ciudadanas y las criminalizan. Todos estos representantes elegidos también tienen hijos, que sí podrán elegir su futuro, y además gozarán de casi todos los privilegios que la propia princesa.
No será suficiente dar paso a una nueva generación, habrá que dar aire a nuevos valores. La realidad y el hambre nos obliga.
