Miquel Pascual Aguiló

De Tony Blair a Jeremy Corbyn (y 3)

La primera conferencia anual de los laboristas británicos celebrada en Brighton con Corbyn como líder empezó con alarmas de insurrección de los sectores más centristas, más inclinados a las políticas de carácter centrista que implementó Tony Blair, pero los potenciales amotinados, de entre las filas de los miembros del partido en El Palacio de Westminster, también conocido como The Parliament ('el Parlamento'), que alberga las dos cámaras del Parlamento del Reino Unido (la Cámara de los Lores y la Cámara de los Comunes), no han mostrado sus armas del todo, salvo dos claras excepciones, dirigidas principalmente a demostrar su poderío frente al recién elegido Corbyn, y más allá de comentarios en los pasillos o llamadas, más o menos explícitas, a la concreción. El reto del nuevo equipo es ahora extraer, de esa “nueva política” que promete “escuchar a todo el mundo”, consensos en las posturas principales con las que deben presentarse al electorado general el año próximo. Les esperan elecciones a la alcaldía de Londres, en Escocia y en Gales en mayo.

Aparece ya en boca del rey Salomón, según puede leerse en el Eclesiastés del Antiguo Testamento de la Biblia, la frase: “Nada nuevo bajo el sol”, que puede predicarse de nuevo del resultado de la elección del Jeremy Corbyn como nuevo líder del partido laborista británico. Ya en el congreso celebrado en el mes de septiembre del año 2010, y tras unos instantes de incrédulo silencio seguida de una ovación de gala, recibió, casi estupefacto el congreso del Partido Laborista el anuncio de que Ed Miliband, el pequeño de los dos hermanos, había derrotado a David en el último momento de la carrera por el liderazgo de los laboristas británicos. El apoyo de los sindicatos fue también el elemento decisivo en el triunfo de Ed, que ganó el 50,65% de los votos frente al 49,35% de David, aunque este obtuvo más apoyos entre diputados y militantes.

La victoria de Ed Miliband supuso también un giro a la izquierda del Partido Laborista y auguró también fuertes tensiones entre quienes creían y siguen creyendo que hay que desterrar a los libros de historia el Nuevo Laborismo y quienes creen que hacer eso equivaldrá a perpetuar a los conservadores en el poder. El hecho de que los sindicatos fueran decisivos para darle el triunfo a Ed y lo hayan sido otra vez para dar la victoria a Jeremy es quizá uno de los factores más preocupantes para el sector más centrista del laborismo porque consideran que deja al nuevo líder en posición débil y con pocas posibilidades de resistir las presiones de los sindicatos para que dé un giro a la izquierda. Eso, que es en sí mismo perfectamente legítimo, es un problema en este caso porque no obtuvo la misma cantidad de apoyos en los grupos parlamentarios laboristas en los Comunes y en el Parlamento Europeo.

La importancia del voto de los parlamentarios laboristas en los congresos donde se elige a su líder es debido al galimatias que supone el peculiar sistema de voto para elegir al líder laborista: un tercio de los votos corresponde a los militantes, otro tercio corresponde a los diputados, y el tercio restante a las organizaciones afiliadas, es decir, fundamentalmente los sindicatos.

El triunfo de Ed Miliband y su esperado giro a la izquierda puede que, en su momento,  ilusionara a las bases obreras del laborismo pero no le ayudó a recuperar el favor de las desencantadas clases medias del sur del país, con el resultado de perder las elecciones del pasado mes de mayo. En  su primera intervención tras confirmar su escaño por la circunscripción de Doncaster North, Ed Miliband, además de presentar su dimisión como líder del laborismo, admitió que su partido, que había sido apeado del poder en el año 2010 tras 13 años de gobierno, no había obtenido "las ganancias esperadas en Inglaterra y Gales", si bien el mayor golpe había sido en Escocia, hasta aquel momento bastión laborista y donde el  laborismo solo retuvo un escaño escocés de los 41 que tenía en Westminster, que pasaron a manos del Partido Nacional Escocés (SNP, por sus siglas en inglés), o sea que obtuvo 58 de los 59 escaños en juego.

Por lo tanto el giro a la izquierda que porpone Corbyn ya ha fracasado una vez en Gran Bretaña, Jeremy Corbyn no lo tendrá fácil, por una parte deberá convencer a las bancadas de los parlamentarios laboristas en el Palacio de Westminster, por otro satisfacer las demandas de las bases laborístas, contentar las peticiones de los sindicatos y lo que, a todas luces, más dificil convencer a las desencantadas clases medias de la bondad de sus propuestas para acabar con las políticas de austeridad que David Cameron está aplicando para desesperación de los más desfavorecidos.

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