Una “pasarela colgante” en Torrenueva (Motril, Granada, Andalucía) acaba de recibir la Estrella de Oro 2025 como mejor proyecto financiado con fondos europeos. Una pasarela. Pero uno no puede evitar preguntarse si, con la que está cayendo, de verdad en esto se han gastado el dinero del famoso “Next Generation”.
El mismo dinero que nos ha endeudado como país durante generaciones, que debía servir para transformar la economía, digitalizar empresas, impulsar la industria, apoyar al pequeño comercio y preparar el futuro.
Y al final, los titulares son… “una pasarela turística, un mural en el Besòs y otro festival rural”. ¿De verdad este es el cambio de modelo productivo que se nos prometió?
El déjà vu del “Plan E”.
Esto empieza a recordar demasiado al Plan E de Zapatero, millones en rotondas, aceras y carteles con la bandera de Europa. Mucho hormigón y poca estrategia.
El nombre ha cambiado, ahora se llama “Next Generation”, pero el espíritu es el mismo, gastar deprisa para justificar la subvención, aunque el resultado no deje nada estructural detrás.
Europa nos entregó una oportunidad histórica, 140.000 millones de euros. Y en lugar de reforzar la productividad, modernizar la administración o apoyar al tejido empresarial, nos entretenemos inaugurando pasarelas fotogénicas y murales participativos. Bonitos para la foto, sí. Pero improductivos.
Mientras tanto, los centros de las ciudades se vacían
Y, paradójicamente, mientras se premian estas “infraestructuras”, se hunde el comercio urbano. Las políticas municipales de “zonas de bajas emisiones” (ZBE), muchas financiadas con los mismos fondos europeos, han expulsado a los clientes del centro, reduciendo ventas y provocando cierres en cadena.
El resultado es absurdo, con un dinero pensado para impulsar la economía, se financian medidas que la frenan.Comerciantes que no pueden repartir, autónomos que no pueden aparcar, calles llenas de bolardos pero vacías de gente. Y mientras, se inaugura una pasarela colgante para hacerse selfies. Europa se siente… pero cada vez menos en la calle
Los comunicados oficiales insisten en que “Europa se siente”, pero la Europa real, la de los ciudadanos, las pymes, los barrios, se siente cada vez menos. Porque el
dinero no baja a donde hace falta, a los talleres, a las tiendas, a las pequeñas empresas que sostienen el empleo.
Mientras se celebran premios con discursos sobre “cohesión social y sostenibilidad”, muchos municipios no consiguen ni tramitar una ayuda de digitalización sin un máster en burocracia.
La pregunta incómoda. ¿De verdad necesitamos más pasarelas y menos industria? ¿Más arte urbano y menos incentivos productivos? ¿Más discursos de resiliencia y menos realidad económica?
El Plan E nos dejó aceras nuevas y una deuda inmensa. El Next Generation corre el riesgo de dejarnos murales, pasarelas y la misma deuda, pero con un envoltorio europeo.
España ha recibido una oportunidad histórica y la está convirtiendo en una postal. Los fondos europeos deberían ser palanca de transformación, no un catálogo de obras de escaparate. Porque la verdadera “resiliencia” no se mide en metros de pasarela ni en hashtags institucionales. Se mide en si un pequeño comercio puede seguir abierto mañana. Y en eso, Europa, por mucho que se diga, se siente cada vez menos.





