Despedida a lo grande

No es lo mismo despedirse de un sitio dando un portazo que por la puerta grande y, sin embargo, Jorge Lorenzo lo ha hecho. Ganar en Cheste, uno de sus escenarios favoritos, y cerrar el Mundial en el peldaño de bronce después de haber ganado en cuatro pruebas, sólo una menos que Marc Márquez y dos más que Valentino Rossi, es salir a hombros y, además, demostrar a Yamaha, equipo con el que ha pilotado por última vez, que se ha equivocado en su decisión de apostar por el italiano en lugar de hacerlo por el mallorquín.

A pesar de todos sus títulos desde que fuera el mejor “rocky” en su debut, el piloto palmesano ha sido la cola de león de la marca japonesa. Puede que ahora, con Ducati, pase a ser cabeza de ratón, pero santo y seña al fin y al cabo. En su pasado más reciente él ha corrido para su patente, en el futuro es posible que sea la fábrica italiana la que se dedique a fondo para poner toda su estructura al servicio de nuestro representante en el intrincado y a veces ingrato mundo del motor.

Los años le han hecho madurar. Ha cambiado de equipo sin un reproche, sin una mala palabra. Por el contrario incluso ha reconocido que Il Dottore es un icono del motociclismo que la factoría que les fichó a ambos no podía ignorar. Valencia ha sido el teatro donde bajó el telón del Mundial 2016, al tiempo que se levanta ya la espectación máxima pensando en la nueva y apasionante aventura del 2017.

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