La vida cotidiana de los astronautas mejoró ya un poco con la llegada de los transbordadores espaciales norteamericanos, sobre todo porque podían contar con más metros cuadrados disponibles. Un segundo avance en ese sentido se produjo luego con la MIR soviética, que llegó a contar, como mi casa, con varios módulos y una ducha. En la actualidad, esa cotidianidad debe de ser aún un poco mejor en la Estación Espacial Internacional, que vendría a ser el equivalente a un complejo residencial de alto «standing» en las afueras de Palma. Aun así, intuimos que no debe de ser fácil pasar varios meses enclaustrado a miles de kilómetros de la Tierra, en especial si no te acabas de llevar del todo bien con alguno de tus compañeros.
Por lo demás, la vida cotidiana de los astronautas no es hoy en exceso diferente a la de la mayoría de nosotros, salvo quizás por la posibilidad que tienen de poder estar algo más cerca de las estrellas o de poder hacer de vez en cuando un pequeño y reconfortante paseo espacial.





