Como buen cinéfilo, a menudo me incliné por comprar «ediciones especiales», que incluían todo tipo de extras, como comentarios del director, del productor y de los guionistas, entrevistas con los actores principales, los secundarios y los figurantes, análisis hechos por varios especialistas, imágenes de cómo se había rodado, secuencias rechazadas en el montaje final o documentales específicos en aquellos casos en que se trataba de alguna obra maestra de la época dorada del viejo Hollywood. Así que si opto ahora por ver cualquiera de esas ediciones especiales, yo creo que se me irá fácilmente buena parte de la mañana e incluso quizás también algo de la tarde.
Una vez tomada ya la decisión de empezar a ver películas, el siguiente paso natural será decidir por cuáles nos inclinamos finalmente. Por razones más o menos obvias, unidas a una cierta aprensión personal, en principio no veré películas relacionadas con virus, bacterias o enfermedades infecciosas, ni tampoco sobre el fin del mundo, la caída de Roma o la desaparición de los dinosaurios. Posiblemente, optaré por las comedias románticas y por las películas del Oeste, que siempre me han gustado. Seguramente, también aprovecharé para ver dos de las joyas que tengo en casa, un «pack» con todas las películas de James Bond y otro con las siete temporadas de «Star Trek Voyager».
Paralelamente, tendré también la opción de ver las películas y las series que programan cada día en televisión varios canales específicos, así como la posibilidad de descubrir los míticos documentales de La 2 o todos aquellos seriales más o menos históricos que dicen que provenimos de una civilización extraterrestre. Si esto último fuera de verdad así, espero que alguno de los representantes de esa lejana civilización venga ya a echarnos una mano, tras habérsela lavado previamente con agua y jabón, claro.
